Las múltiples caras de Turquía: amigo, enemigo y mediador

919 KB

Turquía es un Estado que demuestra uno de los modelos más flexibles de política exterior y está promoviendo gradualmente su liderazgo tanto regional como mundial. La invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia puso de relieve este proceso y, al mismo tiempo, mostró los puntos fuertes y débiles de la política turca bajo el liderazgo del presidente Recep Erdoğan. Además, la profunda crisis económica interna, las consecuencias de los devastadores terremotos y otras cuestiones políticas internas obligan al gobierno del país a centrarse al máximo en los intereses nacionales turcos, independientemente de la posición de sus aliados. Así, la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia, que provocó numerosos desafíos políticos internacionales, se convirtió en una prueba de fuego para Turquía como líder regional y mundial, aliado militar y actor político.

El “gambito turco” de Erdoğan

Tras el final de la Primera Guerra Mundial, la firma del Tratado de Lausana y el colapso del Imperio Otomano, la política de Turquía se centró principalmente en mantener su viabilidad dentro de las esferas de influencia de las grandes potencias. El objetivo clave de la recién creada República de Turquía bajo el liderazgo de Mustafa Kemal Atatürk era, por un lado, evitar el colapso final del Estado y, por otro, restaurar su imagen como participante estatal de pleno derecho en las relaciones internacionales. Este difícil periodo de la historia turca, a menudo considerado humillante, condujo a una profundización gradual de la asociación entre la República de Turquía y las potencias occidentales. Con el desarrollo de la “Guerra Fría” y el crecimiento de las ambiciones regionales de la URSS, aumentó la necesidad de protección militar y política de Turquía, por lo que ingresó en la OTAN en 1952. Esta decisión consolidó una estrecha asociación y cooperación entre Turquía, Estados Unidos y Europa durante un largo periodo de tiempo, lo que permitió a la República acumular fuerzas para una política futura más independiente.

Foto: EPA-EFE/Distribución de la Oficina de Prensa Presidencial de Turquía

Con el fin de la “Guerra Fría”, el cambio en el orden mundial y el ascenso al poder del sin duda poderoso pero ambiguo líder Recep Erdoğan, Turquía comenzó a avanzar gradualmente hacia el aumento de su subjetividad política internacional. Debido a las políticas de Erdogan, en el periodo comprendido entre 2002 y 2011, la economía del Estado creció una media del 7,5% anual, y el lema principal de su política exterior fue “cero problemas con los vecinos.” La situación empezó a cambiar en la década de 2010, que coincidió con el inicio de los primeros procesos antidemocráticos en Turquía: persecución política, introducción de la censura y “purgas” en las fuerzas armadas. Tras los turbulentos acontecimientos de la Primavera Árabe, Turquía aprovechó la inestabilidad regional para aumentar su presencia militar, lanzando campañas militares en Libia, Siria, Irak y Azerbaiyán.

La evolución de esta política nos ha llevado a donde estamos ahora: Turquía se esfuerza por demostrar autosuficiencia e independencia, resistencia a cualquier presión y ambición de liderazgo con cada decisión que toma.

Requisitos internos de la política de Erdoğan

En mayo-junio de 2023, el mundo entero observó la carrera política previa a las elecciones presidenciales de la República de Turquía. Por primera vez en dos mandatos presidenciales, Recep Erdoğan se enfrentó a una oposición política real. El motivo eran dos problemas principales del Estado: una profunda crisis económica y el temor de los ciudadanos a la supresión de la democracia y al crecimiento del autoritarismo.

La situación económica interna del país supuso un grave desafío para Erdogan. Desde un punto de vista, el periodo de su gobierno se caracterizó principalmente por el crecimiento de la economía, el aumento de las inversiones y la adquisición de un lugar más influyente en el sistema económico mundial. Desde otro punto de vista, el aumento de la inflación y el incremento simultáneo de los precios inmobiliarios, especialmente dados los problemas de vivienda debidos a los devastadores terremotos ocurridos en Turquía a principios de 2023, se convirtieron en las principales preocupaciones de la población turca antes de las elecciones. Además, se prestó especial atención a encontrar a los responsables de la tragedia, haciendo hincapié en la manipulación del sector inmobiliario por parte de Erdoğan y en la ineficacia del sistema de respuesta a emergencias. La incapacidad de prestar asistencia a la población a tiempo provocó el aumento de la sensación de inseguridad entre los ciudadanos.

La crisis de la economía turca se hizo evidente cuando la lira turca cayó 18 veces frente al dólar: un 44% en 2021, y más tarde otro 27%. A finales de 2022, la inflación alcanzó el 80%, el índice de precios al productor nacional aumentó un 143,75%, los precios del transporte – un 116,87%, y los precios de los productos agrícolas – un 90,25%. Al mismo tiempo, incluso teniendo en cuenta las elevadas cifras oficiales de inflación del Instituto Turco de Estadística (TUIK), según la encuesta, el 50% de los turcos considera que esta información es falsa y que las cifras de inflación real son aún más elevadas.

Según el FMI para abril de 2023, la tasa de inflación en Turquía alcanzó el 50,6% (frente al 72% en 2022 según el Grupo del Banco Mundial). Al mismo tiempo, el PIB del país crece un 2,7%, pero se trata de una tendencia negativa frente al 11% de 2010 o 2021, cuando la inflación no superaba el 15%.

La situación empezó a deteriorarse cuando la falta de fiabilidad de la economía turca provocó una caída de las inversiones, ya que las empresas que hacían negocios con Türkiye corrían el riesgo de verse vinculadas a varios bancos e instituciones financieras turcas de propiedad estatal corruptos. Estas últimas se dedicaban a la financiación internacional ilícita, incluida la promoción de planes para eludir las sanciones contra Irán, Venezuela y la Federación Rusa. Además, el comportamiento ambiguo del presidente Erdoğan pone a las empresas de Turquía en riesgo constante de sanciones: Estados Unidos ya ha impuesto sanciones a la Dirección de la Industria de Defensa de Turquía (SSB) y a Ismail Demir, presidente de la SSB, en respuesta a la compra por parte de Türkiye del sistema S-400 en Rusia. Los crecientes lazos de Erdoğan tanto con Rusia como con Irán -dos países que se enfrentan a amplias restricciones internacionales- han puesto a la industria turca en riesgo de sanciones secundarias. De este modo, no solo crea un riesgo legal para las empresas internacionales, sino también de reputación.

Los expertos del “Proyecto Democracia Turca” señalan que las principales causas de la crisis económica, además de la recesión provocada por la pandemia del COVID-19, son la falta de independencia del Banco Central, la insuficiente adhesión al Estado de Derecho y el aumento de los niveles de corrupción y extremismo. Así pues, los retos económicos están relacionados en gran medida con las inclinaciones políticas antidemocráticas de Recep Erdoğan: sus socios más cercanos controlan gran parte de los sectores de la construcción, la energía, las comunicaciones, las finanzas y los medios de comunicación. Este sistema garantiza que las mejores oportunidades de negocio vayan a parar a los miembros más leales del Partido de la Justicia y el Desarrollo o a quienes tienen vínculos familiares con ellos, y cualquier actividad ilegal o evasión fiscal queda impune.


Si consideramos la cuestión de la democracia en Turquía por separado, la creciente indignación de la población turca por el gobierno excesivamente largo de Erdoğan se hace evidente. Además, en 2017 se instauró en Turquía una república presidencialista, por primera vez desde que Mustafá Kemal Atatürk proclamara una república parlamentaria-presidencialista en 1920, lo que también aumentó los poderes presidenciales. Según el índice de Freedom House, Turquía tiene un indicador de 32/100, por lo que se considera “no libre” debido a la falta de derechos políticos básicos y libertades civiles, lo mismo que ocurre con la libertad en Internet. Al mismo tiempo, no hay una tendencia particular hacia un mayor declive: este indicador no ha disminuido desde 2021.

Periodistas, abogados y sindicalistas protestan contra la llamada “ley de desinformación y noticias falsas”
el 21 de junio de 2022, en Esmirna (Turquía). Foto: idiltoffolo / Shutterstock

A pesar de la presencia demostrativa de la oposición y de la libertad de elección política de los ciudadanos durante las últimas elecciones presidenciales, hay ejemplos evidentes de la naturaleza antidemocrática del gobierno turco. Uno de ellos es la “ley de desinformación”, aprobada en octubre de 2022, cuyo otro nombre podría ser “ley de censura”. Aumenta el control gubernamental sobre las redes sociales y las fuentes de noticias en Internet. Su aprobación causó indignación tanto entre las fuerzas de la oposición como entre la población turca en general. Teniendo en cuenta que la sociedad turca, al igual que la ucraniana, está acostumbrada al libre acceso a la información y percibe la era digital como parte de su vida cotidiana, la nueva ley contrasta fuertemente con los hábitos establecidos. Sus principales disposiciones estipulan la responsabilidad penal por “desinformación” y difusión de “noticias engañosas” (lo que en cierto modo se asemeja a la ley sobre “desacreditación del ejército ruso”, en la que incluso un cartel vacío puede percibirse como “desacreditación”). Además, el concepto de “desinformación” de la ley es bastante ambiguo y puede incluir cualquier actividad que pueda considerarse perturbadora del orden público o promotora de una atmósfera de miedo. Este ejemplo demuestra que los temores de la población turca sobre su futura libertad frente al autoritarismo no son infundados.

Dificultades eternas

La cuestión de los kurdos se considera uno de los mayores problemas en tiempos del gobierno de Erdoğan, el “polvorín” de Turquía. Los kurdos, la mayor minoría étnica del país, representan aproximadamente 1/5 de la población de Turquía. Buscan la autonomía nacional y tradicionalmente han mantenido tensas relaciones con Recep Erdoğan, dado su deseo de preservar una Turquía grande e indivisa.

Incluso la presencia militar de Turquía en Siria, además de apoyar la misión de los aliados de la OTAN y luchar por la influencia regional, se explica en parte por los intentos de suprimir las ambiciones políticas kurdas en la región y destruir el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). En ciertos periodos incluso contradijo los intereses de la OTAN, ya que las Fuerzas Democráticas Sirias, dirigidas en parte por los kurdos, se vieron obligadas a combatir al ISIL y a las fuerzas militares turcas al mismo tiempo. Esto redujo significativamente la eficacia de la lucha de la OTAN contra el ISIL. Lo mismo se aplica a los ataques periódicos llevados a cabo por Türkiye en el norte de Irak, la zona donde se asientan los kurdos. En un futuro próximo, no existen condiciones suficientes para la resolución pacífica de este conflicto. A pesar del intento de reconciliación con la parte siria durante la reunión de mayo en Moscú, la retirada de las tropas turcas de Siria, y por tanto la reducción del control sobre los kurdos, es una medida inimaginable para Erdoğan.

El fracaso a la hora de exigir responsabilidades a Turquía por sus acciones en Siria ha inspirado a Erdoğan a actuar en otros lugares. El ejército turco está ahora muy implicado en Libia, donde su presencia y su apoyo material al Gobierno de Acuerdo Nacional han prolongado la ya sangrienta guerra civil de una década. Mientras tanto, en la disputada región caucásica de Nagorno-Karabaj, Turquía proporcionó ayuda material clave a Azerbaiyán. Ningún asunto político serio de la región deja de llamar la atención de Erdoğan.

En la última década, las relaciones entre Turquía y los países árabes se han deteriorado en general, debido principalmente a la aprobación por parte de Turquía de los levantamientos de la Primavera Árabe, así como a la estrecha cooperación con Estados Unidos. Por otro lado, principalmente gracias a una cooperación económica activa y mutuamente beneficiosa, en los últimos años comenzaron a restablecerse las relaciones amistosas con los Estados árabes. Por ejemplo, el príncipe heredero de Arabia Saudí ha declarado que mientras vivan Ibn Salman y Erdoğan, no habrá diferencias entre Arabia Saudí y Turquía (a pesar del deterioro temporal de las relaciones tras el asesinato de Jamal Khashoggi en Estambul en 2018). Tal declaración se hizo como respuesta al comentario del presidente estadounidense Biden sobre que ambos gobernantes son dictadores.

Las relaciones de Turquía con Occidente son mucho más complicadas, tanto con Europa como, sobre todo, con Estados Unidos. En primer lugar, la “antidemocracia” turca es un punto delicado en las relaciones entre Turquía y Occidente, del que Erdoğan prefiere no hablar. En su lugar, Recep intenta hacer hincapié en sus actividades pacificadoras, centrándose en el caso de Ucrania y, por ejemplo, expresando su voluntad de garantizar la paz en Serbia. Este enfoque resulta eficaz para garantizar el acceso de Turquía a los mercados europeos.

En segundo lugar, una de las herramientas de presión de Turquía sobre la UE fue el chantaje para “abrir la puerta” a los migrantes ilegales, es decir, para detener el flujo de refugiados procedentes de Siria y otros países en el territorio de Turquía. Al mismo tiempo, ese chantaje jugaba a favor de la Federación Rusa: al contribuir al aumento del número de refugiados debido a las operaciones militares en Siria, la Federación Rusa podía así influir indirectamente en las decisiones de la UE.

La cuestión de la adhesión de Turquía a la Unión Europea también sigue abierta. Ya en 1987 se presentó una solicitud oficial de adhesión, que se estudió oficialmente entre 2005 y 2019. Las razones de la falta de consenso son las ya mencionadas cuestiones de la “antidemocracia” y los refugiados, así como la falta de voluntad política general de ambas partes para tomar una decisión adecuada. Durante mucho tiempo, el principal deseo de Erdoğan fue la adhesión de Turquía al Acuerdo de Schengen, pero hasta ahora tampoco ha tenido éxito. En 2019, el Parlamento Europeo votó a favor de poner fin a las negociaciones con Turquía sobre la adhesión a la UE. Al mismo tiempo, según The German Marshall Fund of the United States, el 58,6% de la población turca sigue apoyando la adhesión a la UE.

Turquía como aliado, mediador y parte con intereses propios

Lo más interesante y ambiguo en las condiciones de la actual situación política internacional es la posición de Turquía en relación con la guerra iniciada por Rusia en Ucrania. En este contexto, pueden distinguirse tres visiones distintas del Estado turco: como aliado de la OTAN y socio de Ucrania, como “amigo” de Rusia y como mediador independiente y pacificador.

  1. Turquía como aliado de la OTAN y socio de Ucrania

Turquía tiene el segundo mayor ejército de la OTAN, con 446.900 militares en 2022 (frente a los 1,3 millones de soldados de Estados Unidos y los 207.100 de Francia). Turquía alberga varias bases militares de la OTAN y armas nucleares estadounidenses en la base aérea de Incirlik.

Tras el inicio de la invasión rusa a gran escala de Ucrania, Turquía, de acuerdo con la Convención de Montreux, cerró el estrecho del Mar Negro al paso de los buques de guerra rusos y reconoció la invasión como una guerra. Estas medidas fueron favorables para Ucrania. Además, Turquía proporcionó apoyo militar a Ucrania, en particular, vendió vehículos aéreos no tripulados de ataque Bayraktar TB2, que demostraron tener una importancia crítica en la defensa de la capital del país, Kyiv.

Todo esto convierte a Turquía en un importante socio y aliado estratégico. Y por lo tanto, a primera vista, parece que puesto que es miembro de la OTAN, sus decisiones respecto a cualquier guerra y conflicto deben coordinarse con la Alianza. Esta es exactamente la posición que Turquía evita y contra la que lucha, y esta es la razón de los conflictos periódicos dentro de la OTAN causados por las acciones de este Estado.

Los primeros ejemplos de la política “rebelde” de Turquía aparecieron incluso antes del inicio de una invasión a gran escala: uno de ellos fue la compra de sistemas de defensa antimisiles S-400 a la Federación Rusa, a pesar de la incompatibilidad de estos sistemas con las armas de la OTAN. La razón oficial de esta decisión fue la negativa de EE.UU. a proporcionar a Turquía el sistema Patriot, pero en realidad, puede ser visto como un movimiento demostrativo de Erdoğan para mostrar su derecho a tomar decisiones independientes. En su entrevista con la CNN, el presidente declaró que, en las condiciones de un mercado libre global, tenía derecho a realizar cualquier compra, en particular en el sector militar.

Dada la tensión en las relaciones entre ambos Estados en los últimos años, Estados Unidos pretende reducir su dependencia de las bases militares turcas, buscando alternativas para su ubicación. Además, en su discurso, Joe Biden hizo referencia pública al genocidio turco de armenios, que Turquía no reconoce. Por otra parte, según una encuesta realizada por la Universidad Kadir Has de Estambul, el 43% de los turcos percibe ahora a Estados Unidos como una amenaza.

Merece la pena mencionar el enfrentamiento de Turquía con la OTAN por la adhesión de Finlandia y Suecia a la Alianza. El mero hecho de la oposición turca a la aceptación de nuevos miembros indica su deseo de demostrar una vez más la independencia de su política y de obtener el mayor número posible de beneficios en caso de concesión. En concreto, la aprobación por parte de Turquía de la adhesión de Finlandia a la OTAN fue “comprada” gracias a la autorización para adquirir el avión de combate F-16.

La situación con Suecia es mucho más complicada: la razón oficial para bloquear la adhesión de Suecia a la OTAN es el apoyo al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (así como al YPG/PYD y a la FETO), aunque el PKK está reconocido como organización terrorista en Suecia. Asimismo, Turquía pide a Estados Unidos que retire su apoyo al PYD. El ultimátum a la ratificación de la solicitud de Suecia es la exigencia de extradición de 130 kurdos a los que las autoridades turcas acusan de terrorismo. Como consecuencia de la postura implacable de Turquía respecto a la admisión de un nuevo miembro en la Alianza, el 12 de enero de 2023 tuvo lugar una acción antiturca en Suecia, durante la cual se colgó una efigie de Erdoğan. Esto enfureció a Ankara y empeoró aún más unas relaciones ya tensas. El 22 de enero, activistas de derechas quemaron públicamente el Corán en Suecia, lo que provocó la ira de todo el mundo islámico, y durante la campaña electoral en Turquía hubo manifestaciones contra el actual gobierno turco y en apoyo de los kurdos.

Tras su reelección como presidente en junio de 2023, Erdoğan afirmó que Suecia no debería esperar a tener luz verde para unirse a la cumbre de la OTAN del 11 de julio. Por otro lado, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, el secretario de Estado, Anthony Blinken, y el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, siguen instando a Türkiye a que apruebe la solicitud de Suecia. También han hecho declaraciones similares Olaf Scholz, Emmanuel Macron y Andrzej Duda. El secretario general de la OTAN, Stoltenberg, declaró que su jefe de gabinete, que estuvo presente en las últimas conversaciones con Türkiye: “Se han hecho algunos progresos (en la persuasión de Turquía) y seguiremos trabajando para aceptar la solicitud lo antes posible”. Respondiendo a la pregunta de si hay esperanzas de solucionar este asunto antes de la cumbre del 11 y 12 de julio en Vilna, dijo: “Todavía es posible, aunque, por supuesto, no puedo garantizarlo”.

Para ganarse el favor de Türkiye, Suecia introdujo en junio una nueva ley antiterrorista más dura, y su Tribunal Supremo extraditó a Türkiye a un presunto simpatizante del PKK. Además, las autoridades suecas iniciaron una investigación sobre las acusaciones de supuesta recaudación de fondos del PKK en Suecia. Como resultado, el 10 de julio, Turquía decidió finalmente ratificar la solicitud de ingreso de Suecia en la OTAN.

  • Turquía como amigo de Rusia

Desde principios de 2023, Turquía ha aumentado sus exportaciones a la Federación Rusa en 1.700 millones de dólares y, en enero-abril de 2023, las exportaciones aumentaron un 83% (las exportaciones a Francia, por ejemplo, aumentaron un 26%). Aunque los primeros puestos entre los destinos de las exportaciones turcas los ocupan tradicionalmente los países occidentales -Alemania (6.200 millones), EE.UU. (3.860 millones), Italia (3.750 millones) y Gran Bretaña (3.630 millones)-, las exportaciones a la Federación Rusa suman un total de 3.200 millones de dólares, cifra que no dista mucho de la facturación con los socios occidentales. Al mismo tiempo, las exportaciones a Ucrania aumentaron en 398,6 millones de dólares. La Federación Rusa es actualmente el mayor importador de Turquía (3.770 millones), seguida de China (3.700 millones) y Alemania (2.500 millones).

A pesar de las críticas internacionales, Recep Erdoğan califica públicamente a la Federación Rusa de “Estado amigo” en su entrevista en la CNN y subraya la importancia de mantener “estrechas relaciones” con Putin para una solución pacífica de la situación internacional. Además, desde el comienzo de la guerra, el comercio de Turquía con Rusia ha aumentado considerablemente, y los vínculos económicos y de transporte que se han mantenido no sólo permiten a los rusos eludir en gran medida las sanciones occidentales, sino que también generan importantes beneficios económicos para Turquía.

La fortaleza de la relación de Turquía con la Federación Rusa se manifiesta, en particular, en la cooperación relativa al “Turkish Stream” y en la reciente construcción de la central nuclear “Akkuya” en Turquía. Puede decirse que Turquía se está volviendo conscientemente más dependiente en su sector energético tanto de los vectores energéticos rusos como del mantenimiento de una fuente de energía tan importante como una central nuclear. También está de acuerdo en profundizar en la cooperación científica y técnica, porque ello permite resolver los problemas energéticos del Estado, superar parcialmente el impacto de la crisis económica y frenar la subida de precios gracias a la reducción del coste de producción.

Tal enfoque hacia la Federación Rusa se ha observado durante varios años en Turquía, y la razón de ello puede ser, en particular, la crisis económica, causada tanto por procesos internos como, por ejemplo, por la pandemia COVID-19. En un momento oportuno, cuando las economías europea y estadounidense sufrían las restricciones de la pandemia, Erdoğan recurrió a la profundización de las relaciones con la Federación Rusa como economía menos afectada. La invitación de Putin a la investidura del presidente Erdoğan en junio de 2023 indica su intención de continuar esa política y evitar el aislamiento internacional de Rusia.

Foto: Umit Bektas/Reuters

Por otra parte, es imposible llamar a Rusia y a Turquía inequívocamente amigos o aliados; en particular, la posición de estos Estados es opuesta en Siria y Azerbaiyán y también sigue siendo ambigua en la guerra de la Federación Rusa contra Ucrania. En Siria, la misión turca, junto con la OTAN, respalda a las Fuerzas Democráticas Sirias en oposición al apoyo ruso al régimen autoritario de Bashar al Assad. En 2015, por ejemplo, las fuerzas armadas turcas derribaron un caza ruso SU-24M, lo que llevó a Rusia a desplegar una nueva línea de defensa aérea en Siria y a aislar a Turquía de sus aliados. En Azerbaiyán, dos Estados compiten por el acceso a los recursos energéticos del mar Caspio y la posibilidad de transportarlos a Europa a través del mar Negro.

  • Turquía como partido con intereses propios

Volviendo a las decisiones de Turquía en relación con la guerra de Rusia contra Ucrania, una característica clave de la política de Recep Erdoğan es que en esta guerra Turquía está tratando de actuar como pacificador, y por lo tanto sigue una posición relativamente neutral (ya que un pacificador debe ser imparcial). Esta es la narrativa que se promueve en aras de una imagen positiva de Türkiye, que sigue “sin tener problemas con sus vecinos” y se esfuerza exclusivamente por lograr un ambiente de amistad internacional y respeto mutuo. La decisión de no aplicar sanciones económicas contra la Federación Rusa es explicada por Erdoğan precisamente a través de este prisma: se trata de una guerra en la que Turquía mantiene una posición neutral e independiente, por lo que no debe tomar partido por ninguna de las partes ni esforzarse por aislar internacionalmente a la Federación Rusa.

Tal decisión y posicionamiento permitieron a Turquía convertirse en intermediario en la Iniciativa del Grano del Mar Negro, que permite el movimiento de barcos con grano desde los puertos ucranianos de Gran Odesa. Turquía actuó como mediador en las negociaciones y durante la firma del acuerdo. Según éste, los barcos con grano ucraniano serán controlados en el puerto turco por inspectores locales. Además, Turquía deberá garantizar la seguridad de los puertos ucranianos (pero esto no está ocurriendo, porque requeriría ciertos conflictos con las fuerzas armadas rusas o intentos por parte de Turquía de responsabilizar a la Federación Rusa de los ataques a puertos y zonas costeras).

Al mismo tiempo, la idea del “mantenimiento de la paz” de Turquía no se limita a la política en Ucrania: otro ejemplo de las actividades de Turquía en aras de esa imagen positiva es el envío de fuerzas turcas de mantenimiento de la paz a Kosovo debido a los conflictos armados entre albaneses y serbios locales. Esto ocurrió a principios de junio de 2023, y Turquía respondió rápidamente a la llamada de la OTAN, demostrando, en particular, su fiabilidad como aliado.

Fuente: AFP

Si recordamos los últimos sucesos trágicos ocurridos en Ucrania, a saber, la voladura de la central hidroeléctrica de Kajovka, Erdoğan también participó activamente como mediador. En concreto, inmediatamente después de la explosión, Zelenskyi y Erdoğan hablaron por teléfono sobre la comisión de investigación para encontrar a los responsables de la perturbación. Inmediatamente después de esta conversación, el presidente de Turquía, en su misión de mediación, también habló por teléfono con Putin. Gracias a esta conversación, se supo que la parte rusa rechaza completamente cualquier acusación en su contra y considera a los ucranianos responsables de la tragedia. Erdoğan también habló urgentemente con Putin durante el motín militar que tuvo lugar en Rusia los días 23 y 24 de junio de 2023 – durante esta conversación, el Presidente de Turquía expresó su apoyo y su voluntad de ayudar a resolver la situación lo antes posible.

Así, la posición de Turquía en relación con la guerra de Rusia en Ucrania varía en función de las situaciones específicas, pero se está desarrollando en la dirección de la neutralidad, la mediación y el establecimiento de la paz. Estas son las condiciones más favorables para la República de Turquía cuando no puede perder ni ventajas económicas, ni de seguridad, ni políticas por cooperar con todas las partes hostiles. Al mismo tiempo, tanto para Ucrania como para la OTAN, esto significa que no se debe contar con Turquía como socio o aliado fiable y estable.

Futuro de la política turca

En el “Memorándum sobre Política Común”, anunciado en enero de 2023, los 6 principales partidos políticos de Turquía declaran la coherencia de sus futuras decisiones políticas. Se hace hincapié en el hecho de que en tiempos de la crisis más profunda desde la época de la República, el Estado necesita unidad. Además, se subraya que Turquía debe avanzar hacia una política exterior amistosa, blanda y pacificadora, con respeto a la integridad territorial y no injerencia en conflictos militares. Esto puede considerarse una declaración de un cambio en el vector de la política turca en una dirección menos agresiva, con una profundización simultánea de la cooperación con Europa y Estados Unidos. Por otra parte, también está previsto introducir una política más dura en relación con los refugiados a Turquía – los políticos afirman que “Turquía no permitirá ser percibida como un país tapón”. Esta decisión irá acompañada tanto de medidas para reforzar el control fronterizo como, por ejemplo, de la cancelación de la iniciativa de conceder la ciudadanía a los refugiados al comprar una vivienda en Turquía.

Resulta interesante que, a pesar de las relaciones bastante ambiguas con todos los Estados del entorno, la postura oficial del presidente, que se publica en la página web del Ministerio de Asuntos Exteriores de Turquía, se refleja en la cita de Mustafa Kemal Atatürk “la paz en el Estado es la paz en todo el mundo”, haciendo hincapié en el seguimiento de los valores democráticos. Es decir, Erdoğan intenta combinar los llamamientos a la democracia y la armonía mundial con la tendencia presidencial al autoritarismo y el tradicionalismo conservador. Al mismo tiempo, se posiciona a una Turquía fuerte como piedra angular de la estabilidad regional y mundial, su principal apoyo.

En la escena internacional, Turquía ya no quiere seguir siendo un Estado pequeño o dependiente de las políticas de Estados Unidos y Europa, como lo fue tras el colapso del Imperio Otomano. Su gobierno quiere que sea lo suficientemente fuerte e independiente como para influir en los acontecimientos mundiales, y el presidente Erdoğan lo impulsa con confianza en esta dirección. A medida que disminuye la presencia estadounidense en Oriente Próximo, Turquía intenta aumentar su influencia allí. Anteriormente, las relaciones hostiles con la Federación Rusa e Irán reducían la influencia turca sobre Estados Unidos y la UE. Sin embargo, en las condiciones actuales, cuando Türkiye puede considerarse un socio de facto de estos dos Estados, se crean incluso condiciones favorables para que Turquía presione a EE.UU. y a la UE en su propio beneficio.

Otro paso provocador de Erdoğan, que demuestra sus intenciones respecto a los futuros vectores de la política exterior, fue una reciente declaración en la que el presidente pedía a la comunidad internacional que reconociera la independencia de la República Turca del Norte de Chipre. Al mismo tiempo, el reconocimiento de esta parte de Chipre como independiente (frente a la postura de que estos territorios están ocupados por Turquía) significa también la legitimidad del reconocimiento de los territorios de las regiones de Lugansk y Donetsk (controladas por la llamada RPD de la RPL) en Ucrania como independientes, y no ocupados por la Federación Rusa. Esta es otra manifestación de la agudeza de la política turca en la arena internacional, y aunque tal declaración no debería conducir a acciones de hecho, es otro indicador para los EE.UU. y la OTAN de que Turquía tiene su propia posición independiente sobre cualquier cuestión.

En el contexto de la confrontación con EE.UU., China desempeñará un papel cada vez más importante en la política exterior turca: en 2021 ya se ha convertido en el mayor socio comercial de Turquía, y el proyecto “Un cinturón, una ruta” financia actualmente numerosos proyectos turcos de infraestructuras, industriales y comerciales. Al mismo tiempo, desde 2009, Turquía ha dejado de mencionar la opresión de los derechos de los uigures en el distrito chino de Xinjiang. Dada la actual lucha por el liderazgo entre China y Estados Unidos, estos movimientos de Turquía demuestran una vez más que se centra exclusivamente en sus propios intereses nacionales en lugar de mantener relaciones amistosas y de aliado con Estados Unidos.

Así pues, cabe esperar que Turquía continúe con una política centrada en sacar el máximo provecho de cada decisión que tome. Como Lord Palmerston señaló que “Gran Bretaña no tiene amigos eternos ni enemigos eternos, Gran Bretaña sólo tiene intereses eternos”, por lo que Turquía muestra flexibilidad en su política, y su “amistad” depende del beneficio en cada situación concreta. Por ello, Ucrania no debe esperar a Turquía como amigo o aliado, pero tampoco debe temerla como enemigo. Este Estado, que tiene ambiciones de gran potencia en la arena internacional, seguirá su política independiente tanto de Estados Unidos como de Rusia. No será amigo de ninguna de estas partes y, a pesar de las actuales “cálidas relaciones” con la Federación Rusa, Turquía las apoyará mientras la economía rusa disponga de los recursos necesarios para sostener esta cooperación. Al mismo tiempo, se espera que Turquía negocie sistemáticamente y resuelva las cuestiones conflictivas con Estados Unidos y Europa a cambio de concesiones y soluciones amistosas porque, en el cambiante orden mundial actual, no se debe permanecer al margen de las poderosas potencias mundiales.

Oleksandra Usychenko

Descargo de responsabilidad: Los puntos de vista, reflexiones y opiniones expresados en los documentos publicados en este sitio pertenecen exclusivamente a sus autores, y no necesariamente al Centro de Diálogo Transatlántico, sus comités o sus organizaciones afiliadas. Los documentos pretenden estimular el diálogo y el debate y no representan posiciones políticas oficiales del Centro de Diálogo Transatlántico ni de ninguna otra organización con la que los autores puedan estar asociados.