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Percepciones europeas de seguridad y fracaso a la hora de disuadir las amenazas rusas
El final de la Guerra Fría marcó un cambio significativo en la dinámica del poder mundial, poniendo fin a décadas de enfrentamiento entre las grandes potencias. Tras este acontecimiento histórico, Europa vivió un periodo de relativa estabilidad y paz, excepto durante las guerras yugoslavas. Aunque Estados Unidos mantuvieron su presencia militar en Europa a través de la OTAN, desplazaron su atención hacia otras regiones. El paraguas de seguridad estadounidense del que disfrutaban muchos países europeos influyó profundamente en la percepción de la seguridad en las capitales europeas, ya que los distintos países veían los principales retos y amenazas de Europa en función de su situación geográfica, contexto histórico y condiciones políticas y económicas.
En gran medida, muchos Estados europeos ignoraron la necesidad de reforzar sus capacidades de defensa al contar con Washington. Los Estados de Europa Oriental llevaban tiempo expresando su preocupación por las acciones del Kremlin, mientras que los países de Europa Occidental estaban más centrados en la lucha contra el terrorismo y otras amenazas no tradicionales. Los países del sur de Europa estaban lidiando con problemas de inmigración y tráfico ilegal. En particular, el cambio que se produjo tras la Guerra Fría desde la seguridad militar tradicional hacia perspectivas centradas en el ser humano, como el cambio climático, la migración y el terrorismo, pasó por alto ámbitos militares y de defensa críticos. Este enfoque de la seguridad se vio cuestionado por la campaña de Vladimir Putin para acaparar tierras de antiguas repúblicas soviéticas, que se tradujo en una invasión tras otra. A pesar de la agresión del Kremlin, muchos países europeos creyeron que la democratización y el compromiso económico con Rusia podrían evitar una guerra mayor. Este planteamiento resultó ingenuo, ya que el gobierno del Kremlin lo explotó, lo que dio lugar a una invasión rusa a gran escala de Ucrania. Por tanto, las políticas aplicadas por los Estados europeos no lograron disuadir a los agresores. Ni los métodos de disuasión militares ni los no militares (como la revelación de los planes de los agresores por parte de los servicios de inteligencia occidentales) han impedido la invasión del Kremlin.

Fotografía: AGENCE FRANCE-PRESSE/GETTY IMAGES
Esta situación crítica exige que los Estados europeos se den cuenta de que, hasta que Vladimir Putin y su círculo permanezcan en el poder y el Kremlin no cambie sus políticas neoimperialistas hacia sus vecinos, las relaciones entre Occidente y Rusia deben basarse en la disuasión y la contención. También destacó la importancia de tener en cuenta las preocupaciones de cada socio, ya que los Estados de Europa del Este no fueron escuchados cuando señalaron la gravedad de la amenaza rusa. La guerra de Rusia contra Ucrania ha provocado un aumento de las tropas de la OTAN en el flanco oriental y ha hecho que Suecia y Finlandia soliciten su adhesión a la Alianza, lo que podría aumentar las capacidades de la OTAN para disuadir las amenazas rusas. Además, la invasión rusa ha puesto de manifiesto un engaño de la creencia de que ayudar al Kremlin a integrarse en la economía mundial y en las instituciones occidentales conduciría a la democratización y a unas relaciones previsibles con Moscú.
Muchos afirman que los métodos de disuasión existentes han fracasado, pero cabe preguntarse: ¿Hubo alguna disuasión eficaz con respecto a Rusia? En caso afirmativo, ¿de qué tipo era y por qué fracasó? De hecho, la ampliación de la OTAN hacia el Este podría indicar que Occidente no ignoró por completo la magnitud de la amenaza rusa. Sin embargo, los constantes problemas de infrafinanciación de las iniciativas de defensa y seguridad, incluidos los niveles relativamente bajos de producción de municiones y la falta de capacidades, demuestran que a Occidente le resulta difícil hacer frente a conflictos armados de tan alta intensidad como la guerra de Rusia contra Ucrania. Occidente hizo la vista gorda ante la creciente asertividad de la política exterior rusa y los esfuerzos de Moscú por destruir todo lo construido durante y después de la Guerra Fría, incluida la arquitectura de seguridad europea.

La amenaza rusa se percibía como un ruido irritante de fondo, y muchos políticos a ambos lados del Atlántico preferían centrarse en otras cuestiones. Como resultado, las acciones del Kremlin, a menudo mal percibidas, mal calculadas y hasta cierto punto alentadas, allanaron el camino a lo que nos enfrentamos ahora: una gran guerra en Europa tras los casos ya conocidos de Georgia en 2008 y Ucrania desde 2014. Así pues, la aparente transformación del entorno de seguridad europeo se produjo mucho antes que el 24 de febrero de 2022.
Aun así, la invasión a gran escala de aquel día reflejó el fracaso de los esfuerzos anteriores por abordar las cuestiones de seguridad en el continente. La escasa atención prestada a la seguridad europea, el papel cada vez menor de las fuerzas armadas y la insuficiencia de las inversiones en las industrias de defensa y en la producción industrial para garantizar las adquisiciones nos han llevado a donde estamos. La invasión de 2022 fue un auténtico shock para todos en Occidente, y muchos observadores se dieron cuenta de que la libertad no podía darse por sentada, y que había que estar dispuesto a luchar por tal privilegio.
La invasión de febrero de 2022 ha sido un acontecimiento que ha cambiado las reglas del juego, impulsando a los Estados a replantearse sus principios de política exterior y a considerar las viejas estrategias y métodos de disuasión de la época de la Guerra Fría. Volver a las andadas parece poco probable, ya que un enfoque realista y racional dominará las políticas occidentales hacia Moscú y sus respectivas políticas de seguridad y defensa, al menos a corto plazo. Las medidas adoptadas por las potencias occidentales ponen de relieve que la vuelta al estado anterior a la guerra y el restablecimiento de relaciones normales con Rusia son difíciles de imaginar en un futuro próximo. La guerra ha dado lugar a debates sobre los contornos del orden posruso, y las potencias occidentales han cambiado su política exterior y han vuelto a las realidades de la política de poder.
Curiosamente, es difícil identificar un único líder evidente que impulse el apoyo occidental a Kyiv. En su lugar, existe una “unidad sin líder” y la participación de muchos Estados para decidir y coordinar el apoyo. Es crucial evaluar cómo han evolucionado las políticas exteriores y de seguridad de los países desde que comenzó la guerra, ya que han ido cambiando paso a paso sus principios dominantes respecto a Rusia, lo que podría haber sido inesperado. Por lo tanto, reevaluar el pensamiento y los enfoques de la política exterior hacia Moscú y extraer lecciones es vital para construir un futuro próspero y seguro en las próximas décadas.
El debate en tiempo de guerra: principales perspectivas que impulsan el apoyo occidental a Ucrania
Antes de profundizar en las tendencias de la ayuda, es esencial señalar que diversos debates desempeñaron un papel decisivo durante la guerra a la hora de determinar el tipo, la cantidad y las condiciones de la ayuda prestada. Estos debates pueden denominarse “debate (neo)realista en tiempos de guerra”, que se pone de manifiesto al examinar los esfuerzos colectivos de Occidente contra el Kremlin.
Este debate implicaba dos perspectivas dominantes. Por un lado, muchos diplomáticos, políticos, académicos internacionales y analistas se mostraban escépticos a la hora de proporcionar armas y un apoyo sólido a Ucrania, pues creían que no resistiría la invasión rusa. Muy a menudo, algunos de ellos se referían al caso de Afganistán de 2021, cuando los talibanes consiguieron hacerse con el control del país a pesar de todos los esfuerzos que Estados Unidos dedicó al entrenamiento del ejército afgano y a un importante apoyo militar y económico que no sirvió para evitar el colapso del ejército afgano. Además, provocó el problema de que los talibanes se apoderaran de algunas armas de fabricación estadounidense, lo que amenaza la seguridad nacional de Estados Unidos y la estabilidad regional en Asia Central. Por lo tanto, argumentaron que Kyiv debería recibir un apoyo limitado y ser empujado a las negociaciones.
Aún más, muchos en Occidente siguen creyendo que Pekín representa una amenaza más importante que Moscú a largo plazo, lo cual es difícil de negar. Sostienen que Occidente debería abstenerse de gastar sus recursos en apoyar a Ucrania, ya que reduciría sus capacidades, sobre todo con el telón de fondo del deterioro de la situación de seguridad en el estrecho de Taiwán. Afirman que Occidente no puede emprender dos guerras simultáneamente y debería concentrarse en China, que plantea más amenazas estratégicas a los fundamentos del orden liberal y a la posición de Estados Unidos y Occidente en el sistema internacional.
Por otro lado, el campo opuesto sostiene que la guerra de Rusia contra Ucrania tiene implicaciones existenciales para Kyiv, todas las capitales del mundo libre y la unidad de Occidente. Esta perspectiva aboga por proporcionar a Ucrania todos los medios necesarios para derrotar a Rusia en el campo de batalla, evitando al mismo tiempo un conflicto directo que podría desencadenar el uso de armas nucleares. Este enfoque es crucial para estabilizar geográficamente la guerra y señalar que la OTAN no forma parte del conflicto. También es necesario para que Occidente tenga la oportunidad de gestionar el conflicto y mantener la previsibilidad de que la guerra rusa no se extenderá a los territorios de los miembros de la OTAN.
Los defensores de esta estrategia ven una invasión rusa a gran escala como una prueba para Occidente, la democracia liberal y el sistema internacional que crearon, que ha garantizado unas condiciones estables y pacíficas en Europa sin grandes guerras. Si Rusia se impusiera, se destruirían todos los logros del orden anterior, exponiendo a Occidente a implicaciones de seguridad aún más importantes. Además, el territorio ocupado de Ucrania, en caso de que Rusia triunfara, tendría un enorme impacto en la seguridad de Estados Unidos y de la OTAN, especialmente en los países vecinos de Ucrania. El fortalecimiento de los lazos entre Rusia y China y los desafíos autocráticos que plantean son otras de las preocupaciones internacionales.
Por último, la mayoría cree que esta estrategia para la guerra disuadiría la agresión china al señalar la firme respuesta de Occidente y su disposición a defender los principios básicos del orden liberal, a saber, el respeto de las fronteras estatales, la independencia y la integridad territorial.
Unidad transatlántica frente a la agresión rusa: Reevaluar la seguridad e invertir en capacidades de defensa
A pesar de los debates previos a la guerra sobre la obsolescencia de la OTAN, la guerra rusa contra Ucrania ha demostrado la importancia de la unidad transatlántica. Paradójicamente, ni Rusia ni Occidente previeron hasta qué punto los países occidentales se retractarían de su visión trivial de Rusia y de sus relaciones con ella. La invasión ha puesto de manifiesto la necesidad de una alianza transatlántica fuerte y la reevaluación de la seguridad per se, ya que muchos países dieron prioridad a cuestiones de economía, energía, infraestructuras, etc.
Además, las repercusiones de la guerra han llevado a Estados Unidos a replantearse su papel global como gran potencia y su responsabilidad y liderazgo. La invasión rusa también ha demostrado que son necesarias unas relaciones más estrechas entre Estados Unidos y Europa, ya que los Estados europeos sólo pueden garantizar su seguridad con el apoyo de Washington. Con el auge de las potencias revisionistas, navegar sola por la era global de las perturbaciones supone un reto para Europa. No obstante, alcanzar un cierto nivel de autonomía estratégica en Europa es crucial, y lo mejor es empezar a abordar esta cuestión ahora, al menos en lo que se refiere a los menguantes arsenales. Aumentar los presupuestos de defensa y reinvertir en las industrias de defensa ya no son cuestiones discutibles y probablemente dominarán la agenda transatlántica. Específicamente en Europa, la cuestión sigue siendo el formato en que esto podría hacerse. La necesidad de invertir en capacidades de disuasión convencionales es de suma importancia. Los intentos rusos de convertir en armas los desacuerdos entre los miembros de la comunidad transatlántica siguen siendo una parte significativa de la estrategia del Kremlin hacia Occidente. El principio de “divide y vencerás” de la política exterior rusa estará probablemente presente independientemente de quién se siente en el Kremlin. Se espera que el sucesor de Putin continúe con su línea de política exterior, ya que una oposición democrática sólida en Rusia no se vislumbra en el horizonte y no es probable que aparezca pronto. La percepción y el papel de las cuestiones de seguridad diferían al otro lado del Atlántico. Muchos países, principalmente los cercanos a Rusia, habían expresado su preocupación por las acciones rusas mucho antes de que comenzara la invasión a gran escala y se encontraban entre los líderes en el apoyo a Ucrania, y los primeros días de la guerra demostraron el increíble apoyo prestado por Estados Unidos, bajo el liderazgo personal de Joe Biden, que consiguió reunir una coalición de más de 50 Estados para hacer frente a la agresión rusa. Entre los líderes se encontraban el Reino Unido, Canadá, los países bálticos, Polonia, la República Checa y países del norte de Europa, algunos de los cuales aún no son miembros de la OTAN. Cabe destacar especialmente a Suecia y Finlandia, que han dejado de ser estados neutrales tras un largo periodo de neutralidad y ahora envían una ayuda militar considerable.
El caso de Finlandia es único, ya que a pesar de su vulnerabilidad por sus 1.340 km de frontera con Rusia, el país sigue comprometido a entregar paquetes militares para apoyar a Ucrania. Se trata de un ejemplo de liderazgo excepcional. Alemania, Francia, Bélgica y Holanda proporcionaron inicialmente suministros de defensa limitados, pero su ayuda fue crucial para detener a los rusos a nivel táctico y operativo. Estos paquetes incluían SAMs, armas antitanque, lanzagranadas, ametralladoras y otros equipos críticos. En cuanto a los Estados de Europa Central y Oriental, una infografía del Instituto Kiel para la Economía Mundial de octubre de 2022 revela que Letonia, Estonia, Lituania, Polonia, la República Checa, Eslovaquia, Luxemburgo y Eslovenia han contribuido con el 41%, 37%, 16,7%, 15%, 9,4%, 9,9%, 11,9% y 8,5% de sus presupuestos de defensa, respectivamente, para apoyar la resistencia de Ucrania, lo que demuestra sus importantes contribuciones para mejorar las capacidades de defensa de Ucrania. Algunos de estos países poseían una cantidad considerable de armas de origen soviético que fueron decisivas en la fase inicial del conflicto. Valores compartidos y grandes preocupaciones de seguridad impulsaron dicho apoyo.

La ocupación completa de Ucrania destruiría la arquitectura de seguridad europea y haría necesaria una inversión aún mayor en la preparación de una posible guerra entre la OTAN y Rusia. Si Rusia tuviera éxito en Ucrania, sería un desastre para todos los países vecinos, y su seguridad se vería amenazada. Al mismo tiempo, Rusia, al haber ocupado territorio ucraniano, aumentaría significativamente su poder y sus capacidades.
Aunque algunos Estados europeos tienen un número significativo de políticos prorrusos o que adoptan una postura blanda hacia Rusia, hay casos en los que prevalece un liderazgo genuino y una profunda comprensión de lo que está en juego en Ucrania. Un ejemplo perfecto es el increíble apoyo prestado por Bulgaria durante las primeras fases de la guerra. El ex primer ministro Kiril Petkov prestó un apoyo que se mantuvo en secreto debido a la presencia de políticos prorrusos en el gobierno. Sin embargo, según una investigación realizada por WELT, confirmada por entrevistas con el ministro de Relaciones Exteriores de Ucrania y el ex primer ministro de Bulgaria, Sofía consiguió suministrar a Kyiv combustible y algunas armas de fabricación soviética en el momento más crítico para la resistencia ucraniana, en abril. Por aquel entonces Ucrania se había quedado sin armas ni combustible y el suministro occidental aún no había llegado al país.
Este caso demuestra que, a pesar de la fuerte influencia del Kremlin en determinados países, éstos optan por apoyar a Kyiv frente a la agresión. Si damos crédito a la investigación, durante una reunión de ministros de Finanzas de la UE, Asen Vasilev, que representaba a Bulgaria, recordó a los asistentes lo que Rusia hizo en Bulgaria tras el golpe de Estado comunista de 1944, cuando la Unión Soviética invadió el país y asesinó a miles de disidentes, profesores y sacerdotes. Algo similar a lo que Rusia ha estado haciendo en Ucrania. Parece que la memoria histórica y el compromiso con los valores de la libertad y la protección del principio de soberanía prevalecieron en Bulgaria, a pesar de un importante grupo de presión prorruso en el gobierno y otros órganos gubernamentales. Vasilev fue un ejemplo excepcional de liderazgo que ayudó a devolver la esperanza a quienes seguían conmocionados por la brutal invasión rusa.

Además, algunos políticos prorrusos han cambiado significativamente de opinión y se han unido a la corriente dominante al condenar la invasión rusa y pedir más apoyo para Ucrania. Uno de los ejemplos más impresionantes es el del Presidente de la República Checa, Milos Zeman, famoso por sus opiniones vagas y a menudo totalmente prorrusas. Sin embargo, nada más empezar la guerra, admitió que se había equivocado sobre Moscú y pidió medidas concretas, como el aislamiento de Rusia y más sanciones. Darse cuenta de que tu política ha fracasado es un reto para cualquier político, pero Zeman encontró el valor para hacerlo, y no sólo él. El ex ministro de Asuntos Exteriores y Presidente Federal en funciones de Alemania, Frank-Walter Steinmeier, reconoció errores pasados en las relaciones alemanas con Rusia. El Presidente Steinmeier mencionó: “Es cierto que deberíamos habernos tomado más en serio las advertencias de nuestros socios de Europa del Este, sobre todo en lo que respecta al tiempo posterior a 2014”, lo que constituye una lección vital para todos en la comunidad transatlántica: tómate en serio todas las posibles preocupaciones de seguridad de tus socios. También se dio cuenta de que lograr la convergencia política mediante el intercambio económico no funciona con Rusia. Además, añadió que “debemos desechar viejas formas de pensar y viejas esperanzas”. Steinmeier también señaló que Alemania debe reducir su dependencia de Rusia, especialmente en términos de energía, por lo que puso una cruz a su política de apoyo al Nord Stream-2 y al comercio energético con Moscú…
Más allá de las líneas rojas: El giro de la política exterior y de seguridad alemana y la “Zeitenwende global” Ya que se desarrollaba la guerra, muchos países se autoimpusieron líneas rojas para no provocar a Rusia, lo que les llevó a actuar con cautela para evitar la escalada del conflicto hacia territorio de la OTAN. Sin embargo, ahora están abandonando esta postura y declarando que el hecho de que Ucrania gane y Rusia pierda la guerra redunda en beneficio de Occidente. En Alemania se ha producido un cambio de política fundamental y notable, en el que se han desmantelado partes clave de la política exterior y de seguridad del país. En primer lugar, el Canciller alemán Olaf Scholz declaró una “Zeitenwende”, un punto de inflexión en la historia, y anunció una profunda recalibración de los pilares tradicionales de la política exterior alemana. Así, su discurso puso fin a la visión idealista dominante de la Ostpolitik y las relaciones con Rusia, que se mantenían en el espíritu del “cambio a través del comercio”. La Ostpolitik, diseñada por el Canciller de Alemania Occidental Willy Brandt, sugería que el fortalecimiento de los contactos económicos con Moscú conduciría a una Rusia más democrática y predecible. Ahora está siendo cuestionada, ya que la invasión rusa de Ucrania ha traído un resultado totalmente opuesto.
Scholz también reconoció que la Bundeswehr alemana estaba infradotada y en malas condiciones. Prometió que Berlín aumentaría el gasto en defensa, algo que Estados Unidos llevaba mucho tiempo pidiendo y en lo que se insistió explícitamente durante la administración de Donald Trump. La externalización de la seguridad de Alemania a Estados Unidos durante mucho tiempo se convirtió en un verdadero problema, con las consecuencias visibles en la falta de capacidades militares y las bajas tasas de producción. Este problema debe ser abordado no solo por Berlín, sino también por otras capitales europeas.

La decisión de enviar armamento pesado a Ucrania marca otro cambio fundamental en la política de seguridad de Alemania, que antes se basaba en no enviar armas a las regiones en conflicto. La Zeitenwende, declarada por Olaf Scholz, era necesaria para abordar la cuestión del liderazgo que Berlín no había querido asumir durante mucho tiempo. Alemania debe posicionarse ahora como una potencia responsable dispuesta a tomar decisiones difíciles en política exterior para proteger los principios fundamentales del orden basado en normas, independientemente de la opinión interna.
La Zeitenwende es crucial para recuperar credibilidad, demostrar fiabilidad a los socios de Alemania y asegurarles que Alemania sigue comprometida con los otros pilares clave de su política exterior: el multilateralismo, la integración europea y el orden basado en normas. Esta decisión vital y valiente de Alemania le ha llevado a aprobar el envío de armamento pesado a Ucrania, incluidos tanques y modernos sistemas de defensa antiaérea como el IRIS-T.
La metamorfosis de la postura alemana respecto al suministro de armas ha tenido un enorme impacto en las decisiones de otros estados, que antes se mostraban cautelosos a la hora de enviar armamento pesado a Kyiv. Francia, Holanda, Italia y España abrieron el camino para transferir modernos sistemas de defensa y diversos tipos de armamento pesado, y otros países han seguido el mismo camino. Esto es significativo, especialmente en el contexto de la transferencia de armamento de fabricación alemana, que requiere el permiso de exportación de Berlín. Por lo tanto, es razonable argumentar que la Zeitenwende alemana tiene una dimensión global e influye en las decisiones de otras potencias europeas. El apoyo prestado por Alemania amplifica y abre oportunidades para que otros países entreguen sus equipos militares, que a veces pueden estar un poco desfasados. Sin embargo, para Ucrania es esencial que Alemania pueda satisfacer las necesidades y suministrar nuevo material militar a los aliados de Berlín en la OTAN, permitiéndoles transferir a Ucrania sus equipos, a menudo de fabricación soviética. Las distintas decisiones relativas al suministro de armamento se toman en estrecha consulta con los socios, lo que a veces lleva un tiempo valioso, pero probablemente sea la única opción para preservar el liderazgo alemán.
Asia turbulenta y desafíos compartidos: El pivote japonés y la solidaridad asiática con Ucrania A pesar de la complejidad de la región asiática y de su reacción ante la guerra, hay países asiáticos que sin duda han mostrado su solidaridad con Ucrania. Al fin y al cabo, la situación geopolítica de Asia es tensa debido al recrudecimiento de la competencia entre grandes potencias en la región. Sin embargo, algunos de los actores críticos de Asia, como Japón, Corea del Sur, Australia, Nueva Zelanda, Singapur y Taiwán, han proporcionado ayuda económica, han apoyado las sanciones a Rusia o incluso han prestado cierta asistencia militar. Hay varias explicaciones para esas medidas, entre ellas las amenazas a la seguridad por parte de regímenes autoritarios, en concreto Rusia, China y Corea del Norte. Además, aunque muchos países se muestran cautos a la hora de elegir un bando entre Kyiv y Moscú y prefieren mantenerse neutrales, la mayoría está sin duda preocupada por la retórica de Rusia sobre las armas nucleares y su chantaje de utilizarlas. Otra razón es el aumento de las tensiones en la región del estrecho de Taiwán y la posibilidad de una invasión china. Varios países creen que la derrota de Rusia en la guerra disminuiría los apetitos agresivos de Pekín y le haría pensárselo dos veces antes de intentar ocupar la isla. Por último, numerosos países dependen del mantenimiento de un orden basado en normas para su supervivencia. Se han beneficiado enormemente de él, ya que proporciona condiciones previas para el libre comercio, el respeto de los derechos humanos fundamentales, la soberanía y la integridad territorial, etc.

En primer lugar, se ha producido un importante cambio en la política exterior y de seguridad de Japón, un país de fuerte tradición pacifista. La guerra de Rusia ha puesto en el orden del día el uso de armas nucleares, algo a lo que Japón es sensible debido a su memoria histórica y a las pruebas periódicas de misiles de Corea del Norte. Japón, al igual que Alemania, aplica una política exterior de no confrontación y destina menos del 1% de su PIB a gastos militares, favoreciendo los instrumentos de poder blando frente a los medios militares. El Primer Ministro Kishida Fumio ha sugerido su concepto y visión de la política exterior y de seguridad nacional, que se basará en la “diplomacia del realismo para una nueva era”. El primer ministro de Japón está liderando los esfuerzos para hacer llegar a los países asiáticos el mensaje sobre la importancia de la guerra rusa contra Ucrania, transmitiendo claramente que tiene amplias implicaciones para las normas internacionales y que cambiar el statu quo mediante el uso de la fuerza es inaceptable, teniendo en cuenta el contexto de la región Indo-Pacífica y el comportamiento asertivo de China.
Ante la renovación de la política de poder en Europa, Japón renunció a sus intentos de negociar con Rusia sobre los Territorios del Norte. Japón también ha introducido una nueva Estrategia de Seguridad Nacional y una nueva Estrategia de Defensa Nacional, en las que se observa que el entorno de seguridad que rodea a Japón es grave y complejo, lo que significa que los retos de seguridad planteados por el trío autoritario se están amplificando. Por lo tanto, Japón está pasando de su pasado pacifista a una política exterior y de seguridad más realista y pragmática siguiendo la realidad cambiante. Su objetivo es aumentar sus inversiones para reforzar la seguridad destinando el 2% del PIB a defensa, reforzando las capacidades de contraataque y mejorando la resistencia en el ámbito de la ciberseguridad. El mensaje final y la lección del cambio de Japón son que “la diplomacia debe estar respaldada por las capacidades de defensa, y que el refuerzo de las capacidades de defensa también conducirá a la persuasión a la hora de llevar a cabo nuestros esfuerzos diplomáticos, así como la importancia de la voluntad de todos y cada uno de los ciudadanos de defender proactivamente el país, como demuestra precisamente el pueblo ucraniano en estos momentos”, tal y como mencionó el primer ministro Kishida.
Japón no sólo ha reiterado su compromiso de defender la democracia y los principios universalmente aceptados de soberanía estatal, sino que otros Estados asiáticos, que se inclinan hacia Occidente política o ideológicamente, también han apoyado a Ucrania. Corea del Sur, que se enfrenta a retos similares a los de Japón debido a las amenazas periódicas de su vecino con armas nucleares, apoyó las sanciones y proporcionó ayuda humanitaria y económica. Además de Japón y Corea del Sur, otros tres países con un valioso apoyo son Australia, Nueva Zelanda y Singapur. Australia envió inesperadamente ayuda militar a Ucrania, incluidos algunos tipos de vehículos blindados de transporte de tropas, M113AS4, Bushmaster PMV, obuses M777, drones, munición y otros equipos. Este destacado paso convierte a Australia en uno de los contribuyentes no pertenecientes a la OTAN más importantes para potenciar las capacidades de defensa de Ucrania y repeler la agresión rusa, así como en uno de los países asiáticos más importantes para Ucrania.

Fuentes: Ministerio de Energía de Ucrania; Twitter del ministro de Defensa ucraniano Oleksii Reznikov.
Nueva Zelanda entrena activamente a soldados ucranianos, hace donaciones al fondo fiduciario de la OTAN para proporcionar combustible y alimentos a los soldados ucranianos y suministra algunos equipos de protección. Singapur, junto con otras naciones asiáticas, apoya las sanciones impuestas a Rusia y entrega una valiosa cantidad de ayuda humanitaria. Por último, incluso Taiwán, que no tiene relaciones diplomáticas establecidas con Kyiv, ha ofrecido su ayuda ante la amenaza de ser invadido por China. Taipei sancionó a Rusia y Belarús y proporcionó ayuda humanitaria a Ucrania, incluidos generadores de electricidad, para hacer frente al bombardeo de infraestructuras por parte de Rusia.
Evolución del apoyo de Occidente a Ucrania: Lecciones aprendidas y retos futuros
Es comprensible lo difícil que puede resultar mantener un alto nivel de apoyo, apartándose en última instancia de los principios y directrices tradicionales de la política exterior y, en cierta medida, dando una parte principal de lo que se tiene para proteger la soberanía de Ucrania y garantizar la supervivencia de Ucrania como nación soberana. No cabe duda de que tomar decisiones decisivas en política exterior es complicado debido a diversos tipos de presiones, ya sean de la dimensión interna o procedentes del exterior, concretamente del Kremlin y su propaganda. Sin embargo, vemos cómo Occidente ha cambiado de forma impresionante desde el comienzo de la guerra, pasando cada día a eliminar las líneas rojas autoimpuestas sobre el apoyo prestado a Ucrania y adoptando enfoques basados en derrotar a Rusia por completo en el campo de batalla. Occidente también está dejando a un lado mirar la vida de color rosa y mirando a Rusia de forma más realista, y los debates sobre el aumento de las palancas de disuasión son constantes en todas partes.
A veces es difícil reconocer los errores del pasado, pero ver a todas las naciones contribuyendo a los éxitos de Ucrania es inspirador. La mayoría de los ucranianos admitirían que, sin el apoyo occidental, habría sido todo un reto defenderse, desocupar las tierras capturadas por Rusia y salvar a las personas que vivían bajo la ocupación rusa y eran sometidas a tortura. Sin embargo, muchos de ellos siguen viviendo en esas condiciones. Es necesario recordar que el triunfo de Ucrania sobre Rusia es una victoria para todo el Occidente colectivo y para todos los que apoyan los principios básicos del Derecho internacional y la soberanía, independientemente de su ubicación geográfica. Sin embargo, esto no sería así de no ser por la fascinante resistencia del pueblo ucraniano y los sacrificios que sus defensores hacen día a día para proteger los valores europeos compartidos y el mundo basado en el respeto de las normas.
Cabe destacar que las lecciones aprendidas de la guerra rusa contra Ucrania han enseñado a Occidente a no descuidar las cuestiones de seguridad, sus capacidades militares y la resiliencia de las naciones para estar mejor preparado para futuras guerras. Occidente tiene que estar unido y escuchar las preocupaciones de seguridad de los demás. También es crucial que se incremente el apoyo militar a Ucrania y se aborden las cuestiones relativas a la producción de municiones y los asuntos logísticos. Además, Occidente debe aumentar su preparación para responder a las amenazas militares no sólo a corto plazo, sino también desarrollar estrategias a medio y largo plazo y reforzar sus capacidades de defensa para proteger el bienestar, la seguridad y los valores compartidos de las naciones en caso de otra guerra a gran escala.
Vitalii Rishko, Investigador visitante