Reflejos Geopolíticos: Impacto de la invasión rusa a Ucrania en las dinámicas de América Latina y el Caribe

Por Camilo Torres

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A partir de las distintas elecciones celebradas en 2022 y 2023 en Latinoamérica y los cambios surgidos a nivel diplomático por los traspasos de gobierno, las relaciones interestatales entre América Latina y el Caribe (ALC) con los países vinculados en la invasión a Ucrania se han visto afectadas menor o mayormente. Por otro lado, los efectos económicos y políticos producidos por la guerra han dejado tras de sí un nuevo panorama geopolítico, sea para las grandes potencias que han visto comprometidos sus intereses en el desenlace de la guerra, como en las regiones más periféricas y distantes del conflicto. Es a través de este análisis sobre el impacto de la invasión rusa a Ucrania en ALC que se intenta ahondar sobre las posturas de los nuevos gobiernos latinoamericanos y sus dinámicas políticas, diplomáticas y militares frente a la guerra; atendiendo a tres aspectos para el análisis de la situación:

  1. el panorama electoral y su impacto en las relaciones diplomáticas y regionales con Ucrania y Rusia,
  2. las novedades en el frente de batalla ucraniano y sus implicancias en ALC;
  3. las nuevas dinámicas de seguridad en el Atlántico sur a partir de la invasión.

Introducción

Tras dos años del inicio de la invasión rusa a Ucrania, los Estados latinoamericanos han jugado un rol caracterizado por una constante neutralidad en lo que respecta a un apoyo material a alguno de los bandos. En este sentido, los resultados electorales de 2023 en ALC tuvieron ciertos efectos en la posición que hasta el momento han tenido algunos Estados de la región, sea al enfatizar su interés de ser mediadores del conflicto, apoyando discursiva y diplomáticamente a uno de los bandos o simplemente como actores más activos en la gobernanza global.

Sobre este último punto, hay que resaltar que la invasión rusa ha marcado un punto de inflexión en el camino hacia un orden internacional multipolar; que a la sumatoria de sucesos tan relevantes como la disputa comercial entre China y Estados Unidos (a partir de 2018) o la pandemia de COVID-19; producen nuevos retos a los respectivos gobiernos de ALC. Esto debido a la incertidumbre que genera el traspaso de poder unipolar a distintos centros de poder global como China, Rusia o la Unión Europea, por poner un ejemplo, pero también por los efectos contraproducentes en las economías de la región. Pero sin adentrarse en otros temas, hay que resaltar que la vulnerabilidad con que los Estados latinoamericanos se han encontrado tras los sucesos antes mencionados y, en especial, los efectos de la guerra de Rusia contra Ucrania sobre la seguridad alimentaria, el aumento de los combustibles o la inflación (Giordano y Michalczewsky , 2022) colocan a la región en una difícil posición para adoptar una postura más concreta en la querra, lo que se debe también a la incertidumbre sobre los resultados de la guerra.

Por otro lado, las dinámicas de los actores vinculados en la invasión y defensa de Ucrania empujan a la región latinoamericana a generar alguna acción particular o colectiva, sea para construir nuevos vínculos diplomáticos, reforzar los ya existentes o maniobrar equidistantemente entre los Estados centrales. Esto con el fin de que los intereses autónomos de la región se alineen con Occidente u otros Estados que disputan la hegemonía global en sus dimensiones política, institucional o militar (Levaggi, 2022).

Panorama electoral en ALC en medio de la invasión rusa de Ucrania

Las elecciones presidenciales en Colombia y Brasil en 2022, siendo elegidos como mandatarios Gustavo Petro y Lula Da Silva, respectivamente, coincidieron con los gobiernos de centroizquierda de Alberto Fernández en Argentina, Gabriel Boric en Chile y Manuel Obrador en México, dando lugar a lo que podría denominarse una nueva ola de gobierno de izquierda en la región o “Marea Rosa”, y con ello, la posibilidad de generar un nuevo enfoque en la política regional (Schuster, 2023). No obstante, ante la posibilidad de una coordinación entre gobiernos de corte ideológico similar frente a los retos globales y los conflictos actuales, se ha observado una atomización de las acciones de cada Estado frente a emergencias globales como la pandemia de COVID-19 o frente a las hostilidades rusas contra Ucrania.

Sobre esta línea, las recientes elecciones presidenciales en Argentina pretenden un cambio de panorama en su política exterior, alineándose de forma discrecional con Washington y Bruselas, en lo que respecta a la guerra en Ucrania (Krasnolutska, 2023) (Niebieskikwiat, 2023). Esta situación marca un quiebre en las estrechas relaciones entre Buenos Aires y Moscú, las cuales se encontraban en un buen momento tras la asistencia del Estado ruso con su vacuna Sputnik V y la posterior visita del expresidente Alberto Fernández a Moscú (France 24, 2022).

Pero el actual contexto tras la asunción del presidente Milei en diciembre de 2023 es totalmente distinto, ya que se han dado muestras de un creciente acercamiento con Kyiv y Washington en detrimento de las relaciones con Rusia y países emergentes como China, teniendo en cuenta la visita del presidente Milei a Estados Unidos y la posterior invitación al presidente Zelenskyi a Buenos Aires para la investidura presidencial (FRANCE 24, 2023). Sin embargo, es importante entender que las relaciones del Kremlin con la Casa Rosada (y con otros gobiernos latinoamericanos) ya se veían deterioradas ante la pérdida de reputación del Kremlin como Estado que se acoge al derecho internacional para la solución de controversias, que intenta irrumpir en el orden westfaliano basado en el respeto por la soberanía nacional y la integridad territorial, y poniendo en juego la seguridad alimentaria global.

Una foto simbólica: el abrazo entre el presidente argentino y su homólogo ucraniano, Volodymyr Zelensky, durante la toma de posesión.

A partir de este último hecho, los países de ALC sufrieron un impacto particularmente negativo ante la debilidad con que se encontraban sus economías tras la pandemia, por lo que los efectos inflacionarios, la amenaza de quedarse sin fertilizantes o el alza en los precios de los combustibles fueron suficientes motivos para actuar cautelosamente sobre la invasión a Ucrania, para no acrecentar los efectos nocivos en la economía y no acentuar la distancia entre Moscú y los gobiernos latinoamericanos.

Es por esto que se pensaría que la región de ALC se sumaría a las sanciones económicas impuestas a Moscú para evitar mayores complicaciones en sus economías y salvaguardar el orden democrático-liberal; empero, los países de ALC han optado por una postura más pragmática frente a la invasión, que independientemente de su afiliación hacia la derecha o la izquierda del espectro postelectoral, prima salvaguardar las relaciones con Moscú, y otros países emergentes como China, ante la inconformidad con el orden impuesto por Washington y sus aliados en Latinoamérica. Este inconformismo se destaca en tres hechos concretos:

  1. la poca solidaridad de Occidente para con América Latina en la pandemia de COVID-19 (donde la asistencia sanitaria brindada por Rusia, China e India sobresalió en países como Argentina, Venezuela o Perú) (Blasco, 2021);
  2. la vertiginosa subida de las tasas de interés de la Reserva Federal (FED) y su impacto en la deuda y el comercio en ALC (Orgaz, 2022) y,
  3. el ingreso de China como principal socio comercial de gran parte de los Estados latinoamericanos y ser una alternativa a las condiciones que pueda imponer Occidente al comercio regional (BBC News Mundo, 2023). 

Ante esta situación, el panorama electoral tras las elecciones presidenciales de 2022 y 2023 con respecto a la situación en Ucrania ha sido ambivalente; dado que en un primer momento la condena sobre la invasión rusa en la ONU fue casi generalizado, pero poco después en otros organismos multilaterales las posturas fueron cambiando, por ejemplo, “Argentina, Brasil, Bolivia, El Salvador y Uruguay no firmaron la declaración de la Organización de Estados Americanos (OEA) del 26 de febrero de 2022 que condenaba la invasión de Rusia. Los mismos países, junto con México y Honduras, se abstuvieron de la decisión de suspender a Rusia como Estado observador permanente. En la cumbre del Mercosur, celebrada el 21 de julio de 2022, Brasil se opuso a la participación del presidente ucraniano Volodymyr Zelenskyi (2019- presente) por videoconferencia. Pocos días después, el 29 de julio, en la XV conferencia de ministros de Defensa, los representantes de Argentina, México y Brasil expresaron sus reservas acerca de su potestad para discutir la invasión y condenar las acciones de Rusia, opinando que es la ONU la que debe encargarse de los asuntos de esa índole” (Marmeladova, 2023).

Lo anterior resalta que, si bien por un lado el nuevo gobierno argentino presidido por Javier Milei pretende una alineación con EE. UU y sus aliados en materia económica y diplomática, y con ello, una participación más activa en favor de Ucrania, el resto de la región es más cautelosa frente al desenlace de la invasión, teniendo en cuenta que Estados Unidos y Europa  no solo muestra contradicciones frente al respeto de la soberanía de otros Estados (Saltalamacchia y Silva Castañeda, 2023) y la defensa por los derechos humanos en otros conflictos bélicos  (MacFarquhar, 2023); sino también porque pierde fuerza como centro del capitalismo global, ya que el epicentro de la producción mundial y el movimiento de capital financiero (del que ALC es receptora por medio de financiación y créditos) se está trasladando al continente asiático (Afonso, Quinet de Andrade Bas y Salgueiro Perobell, 2021); siendo imprescindible sostener una diplomacia multilateral, independiente del régimen que presida en el mismo; donde la alineación con los intereses de Washington y Bruselas no necesariamente está en coincidencia con los objetivos o las necesidades de ALC.

Novedades en el frente de batalla y su importancia geopolítica

La propaganda de los medios rusos por legitimar su invasión, así como la búsqueda de los medios occidentales en dar información veraz sobre la situación bélica, conllevan a una problemática de incerteza sobre potenciales desenlaces de la invasión rusa. En este punto, las principales novedades en el frente suceden fuera del campo de batalla, refiriéndonos explícitamente a dos hechos de suma importancia: los problemas de financiación a Ucrania para hacer frente a Moscú y el conflicto desatado entre Israel y Hamas.

Sobre la primera situación, las difíciles negociaciones entre el gobierno del presidente Biden y el partido republicano en el Congreso estadounidense para desembolsar más fondos a Kyiv (Liptak, Saenz y Lee, 2023), suponen un problema para continuar la defensa del resto de territorio ucraniano y la recuperación de las tierras invadidas, al no haber certezas sobre qué tipo de apoyo recibirá Ucrania de sus socios.

A partir de ello, la región latinoamericana no tiene gran relevancia, al no tener la voluntad de participar activamente en favor de alguno de los bandos, como tampoco poseer grandes activos políticos o diplomáticos para ser un actor de veto en el escenario global. Es así como, ante la imposibilidad de aplicar sus intereses en el orden geopolítico, profundizará su papel de espectador, limitándose en aspectos concretos como la asistencia humanitaria o siendo receptora para los refugiados víctimas de la guerra.

Fuente: MIRIAM ALSTER / POOL

Por el otro lado, el conflicto desatado entre Israel y Hamas deja a Occidente en una complicada situación, ya que debería asistir en el apoyo de dos frentes que pueden escalar desproporcionadamente en cualquier momento.

Ante este escenario, los países de la región latinoamericana se muestran aún más descoordinados en alinearse con los intereses defendidos por Occidente en ambos frentes, tomando como referencia la violación de derechos humanos en la Franja de Gaza (MacFarquhar, 2023), la incertidumbre del apoyo estadounidense a Ucrania (por el veto republicano en el Congreso, por el costo del gobierno Biden en asistir dos frentes al mismo tiempo o por una nueva directriz del próximo gobierno en EE. UU) (Liptak, Saenz y Lee, 2023), o finalmente, porque el apoyo material de Latinoamérica en ambos conflictos significaría por sí mismo una continuación de los efectos contraproducentes en la economía regional.

Hasta este punto, las expectativas en el frente de batalla tanto en Ucrania como en Israel son inciertas para la región latinoamericana, otorgando un lugar preponderante a la neutralidad como postura diplomática y política; pero también abierta en asistir a negociaciones de paz o siendo receptora de refugiados de guerra.

Lo que sí es evidente, es que mientras Occidente sostiene financiera y logísticamente ambos frente de batalla, Latinoamérica por su parte da prioridad a asuntos más urgentes, como puede ser descender los niveles de pobreza, luchar contra la delincuencia urbana, dar una solución a la crisis de deuda que vive actualmente, frenar los altos niveles de inflación y reactivar su economía nacional. Esto conlleva a que la región de ALC continúe en un hermetismo para solucionar sus propios problemas, antes de que pueda ser un actor relevante en la gobernanza global.

Dinámicas de seguridad en el Atlántico Sur tras la agresión de Rusia

El Atlántico Sur se ha caracterizado por ser una zona de paz desde hace tres décadas, teniendo como último antecedente de conflicto a la Guerra de las Malvinas en 1983. A partir de este hecho, la integración económica y política en la región sudamericana ha prolongado una “paz positiva” (Levaggi, 2022), es decir, una zona en la que las probabilidades de conflicto son remotas debido a los vínculos construidos y consolidados por los Estados más influyentes de la región, siendo en este caso Argentina y Brasil.

Esta estabilidad regional, tanto en su área marítima como en la continental, goza de una particular característica en lo que respecta a la ausencia de grandes conflictos entre los Estados miembros, lo que ha permitido experimentar distintos formas de integración regional de forma institucionalizada, unas teniendo mayor éxito que otras, pero sosteniendo la consigna de que la región latinoamericana sea una zona de paz; ya sea por el respeto irrestricto de la soberanía territorial o ateniéndose al derecho internacional para la resolución de controversias. Pero habría que hacerse una pregunta ¿De dónde podría provenir una amenaza a la estabilidad regional en ALC?

Si bien las características del Atlántico Norte son distintas al Atlántico Sur, debido especialmente al dinamismo económico y político que significa estar cada vez más cerca del área de influencia estadounidense, ambas áreas no han sido parte de conflictos bélicos a gran escala entre los Estados que conforman la América continental; o por lo menos no en la historia reciente. Por otro lado, lo que ha sucedido es que el mantenimiento de ALC como zona de influencia estadounidense ha llevado a que las disputas globales en contextos como el de la Guerra Fría, hayan tenido como escenario algunos territorios de ALC, por ejemplo, el caso cubano y el embargo al que se le ha sometido (ONU, 2022).

Pero si bien la caída de la Unión Soviética significó una pérdida drástica de la influencia rusa en ALC, dando lugar a un orden internacional unipolar y a Estados Unidos como principal hegemonía en la región; esta situación ha comenzado a cambiar nuevamente tras casi 30 años de hegemonía. Aquel estatus que gozaba EE.UU. está siendo cuestionado ante el ascenso de China como principal socio comercial de casi todas las economías latinoamericanas (Afonso, Quinet de Andrade Bas y Salgueiro Perobell, 2021) y los lazos diplomáticos y económicos construidos con la Rusia de Putin, la cual se ha hecho un lugar relevante (aunque cada día más difícil sostener por su invasión a Ucrania) como socio estratégico de algunos Estados latinoamericanos, sea el caso de Argentina, Venezuela, Bolivia y, especialmente Brasil, que al ser parte de un mismo organismo multilateral del tamaño de los BRICS, tiene una preponderancia llamativa.

En definitiva, si la región latinoamericana se ha mantenido fuera de los conflictos a gran escala de las grandes potencias, se ha debido por su escasa influencia en el orden internacional para imponer sus propios intereses de forma conjunta, por la distancia geográfica de los grandes centros de poder y las guerras que surgen en sus zonas de influencia, pero también porque algunos Estados latinoamericanos han mantenido una diplomacia autónoma frente a los conflictos que han surgido en los últimos cincuenta años.

Es así como la probabilidad de que la invasión rusa a Ucrania afecte de forma directa en el continente, en términos militares, se produciría principalmente como un conflicto entre zonas de influencia, donde las grandes potencias tengan una presencia militar y una razón por la cual el Atlántico Norte y Sur se transforme en una zona en disputa.

Finalmente, si bien la competencia entre Estados Unidos y China tiene repercusiones indirectas en la región por medio de “guerras comerciales”, esta situación no tiene indicios de que escale de forma bélica, por lo menos en la región de ALC. A esto se suma que la invasión de Ucrania le ha costado a Moscú gran parte de su reputación como Estado que respeta la soberanía de otros Estados y, por lo tanto, la región de ALC ha enfriado las relaciones con el Kremlin, tanto por los efectos adversos sobre la economía, como por la violenta irrupción a Ucrania y sus consecuencias en el mantenimiento de la seguridad internacional.

Conclusiones

Es posible observar que la postura de neutralidad frente a la invasión rusa no ha sido rota más que por el nuevo gobierno argentino, el cual, ante la transición por la que está atravesando, no se puede asegurar que tenga una participación material en la guerra, más que los gestos simbólicos en la visita de Zelenskyi a Buenos Aires. Lo que deja a solo un puñado de países como Venezuela, Nicaragua, Bolivia y Cuba, como principales simpatizantes del Kremlin, pero que no tienen un peso sustancial en las decisiones de la región y sus instituciones multilaterales.

De igual forma, el resto de los países de la región, aunque comparten los mismos valores westfalianos de integridad territorial y respeto por la soberanía de cada Estado; además de sostener un régimen democrático en sus respectivos países, son los intereses estatales los que se imponen al momento de evitar alinearse con Occidente o Rusia por razones ideológicas; ya que el autonomismo en su política exterior y su ligero peso en la gobernanza global lo hacen más cuidadosos al tomar posiciones adelantadas en la invasión. Esto último, tiene un valor sustancial, ya que el multilateralismo puede jugar en favor de diversificar las inversiones y los intercambios comerciales para ALC, en lugar de encerrarse en un hermetismo valorativo, donde Occidente, y más precisamente organizaciones como el G7, no han generado grandes beneficios para Latinoamérica en lo que respecta al mejoramiento de las condiciones de vida de sus ciudadanos.

Finalmente, en términos militares, existe una escasa posibilidad en la que ALC se vea comprometida, siendo la verdadera amenaza para la estabilidad regional la adopción de posturas similares a la rusa en la reclamación y posterior modificación de fronteras por medios militares, sin apelar antes a las directrices del derecho internacional y la solución pacífica de controversias. En este sentido, la seguridad global se ve comprometida al dispersarse los centros de poder y replicar las mismas conductas beligerantes de los países centrales para hacer valer sus intereses, lo que interpelará a ALC como zona de paz.


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