Anna Kostenko
978 KB
Puntos clave
- La estrategia de gobernanza global de Pekín: El artículo examina la postura de China ante la gobernanza global y su voluntad de desafiar el estatus quo. También explora las intenciones de China dentro del sistema internacional, ya sea que busque reformarlo o revisarlo por completo.
- El llamamiento al Sur Global: El artículo analiza la estrategia china de aprovechar el descontento de los países del Sur Global con Occidente. Pekín ofrece a estos países una alternativa al modelo económico occidental, redefiniendo así los valores globales y creando nuevas instituciones.
- La sostenibilidad del modelo chino: El modelo de desarrollo chino, caracterizado por un fuerte control estatal de las industrias estratégicas y una mínima liberalización política, presenta una alternativa viable al modelo occidental. Este modelo ha demostrado que el avance económico puede producirse sin ajustarse a las normas políticas liberales. Sin embargo, la autora plantea dudas sobre la aplicabilidad universal y la sostenibilidad a largo plazo del modelo chino, dado el singular contexto demográfico y económico del país.
- La participación de China en las instituciones internacionales: El documento destaca la creciente participación de China en las instituciones mundiales y sus esfuerzos por crear otras nuevas, como el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras (BAII) y el Banco de los BRICS, lo que indica una estrategia de reforma prudente más que de revolución abierta.
Durante la última década, el orden mundial liberal liderado por las potencias occidentales se ha visto desafiado por nuevos regímenes autoritarios emergentes, el más influyente de los cuales es China. El rápido ascenso de la República Popular China (RPC), que pasó de ser un país no reconocido a convertirse en una gran potencia en la escena internacional, duró menos de un siglo y sorprendió al mundo entero. Este documento explora las características clave del orden mundial liberal dominado por Estados Unidos, los retos a los que se enfrenta actualmente y el papel que China está dispuesta a desempeñar dentro (o fuera) de este sistema. También analiza las preocupaciones de Pekín sobre el actual sistema de gobernanza mundial y si la RPC está dispuesta a tomar medidas radicales para derrocarlo.
¿Está fracasando el orden mundial liberal?
ras el final de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos consiguió por fin construir un orden mundial liberal, un sistema basado en normas, instituciones, el Estado de Derecho y valores liberales. Tras el colapso de la Unión Soviética, EE. UU se convirtió en la única superpotencia y tuvo la oportunidad de extender su influencia y sus valores a todo el mundo. En el momento de la victoria ideológica, el futuro parecía positivo y brillante, Francis Fukuyama incluso declaró que era el fin de la historia: el triunfo de los valores liberales.
Mientras Estados Unidos y sus aliados celebraban su victoria en la Guerra Fría, surgieron nuevas potencias dispuestas a desafiar el orden mundial triunfante. China y Rusia eran dos potencias autoritarias que pretendían ocupar su lugar entre los líderes mundiales.
Ahora, mirando desde 2023, es difícil imaginar ese futuro brillante previsto por los líderes occidentales. El mundo ha sido testigo de dos crisis económicas devastadoras, el auge del populismo, la desatención de los derechos humanos, el terrorismo y nuevos conflictos militares. La UE se enfrenta a un retroceso democrático y a una política de reacción, Japón lucha por contener a China e incluso Estados Unidos, el pilar del sistema, ha visto a un presidente cuyas opiniones eran controvertidas para la mayoría de los valores liberales declarados.
Para preservar el orden mundial liberal, las democracias occidentales tuvieron que recurrir en ocasiones a medios no liberales de disuasión y resolución de conflictos, lo que les granjeó la reputación de hipócritas. El hecho de que incluso las potencias occidentales que crearon las normas e instituciones no se adhieran a ellas ha permitido a las potencias autoritarias manipular esta controversia: la utilizan para justificar las violaciones de las normas y reglas establecidas en el orden mundial liberal.
La invasión rusa a gran escala de Ucrania en 2022 se convirtió en una clara señal de que Moscú planea derrocar el orden mundial liberal y creó aún más desafíos para las debilitadas democracias de Occidente. Este giro de los acontecimientos suscitó otro importante debate: cuáles son los objetivos de China dentro del sistema internacional y hasta dónde está dispuesta a llegar Pekín para alcanzarlos.
El “modelo chino”: crecimiento económico sin liberalización política
La República Popular China se enorgullece de lo que denomina un “ascenso pacífico”: sin guerras ni intervenciones en los asuntos de otros países. Si fue o no tan pacífico como dicen los chinos puede ser objeto de debate, pero una cosa está clara: el “ascenso” se produjo y conmocionó al mundo entero.
En las últimas décadas, la República Popular China ha experimentado un rápido avance económico, algo que las potencias occidentales han logrado durante varios siglos. Cuando se fundó la República Popular China en 1949, era un país devastado por la guerra, con una población extremadamente pobre y sin perspectivas de un futuro brillante: no se la consideraba sucesora legítima del Imperio Chino y estaba excluida de todas las instituciones internacionales. En aquella época, hace 70 años, nadie podía esperar que en 2010 la RPC superaría a Japón y se convertiría en la segunda mayor economía del mundo. Los funcionarios chinos fueron inteligentes y estratégicos en las reformas socioeconómicas, por lo que supieron aprovechar en su beneficio las ventajas del orden mundial liderado por Estados Unidos.
El profesor chino Zhang Weiwei afirma que China ha experimentado 4 revoluciones industriales en solo 40 años, empezando por las reformas de Deng Xiaoping, que “abrió” China al mundo. En estos 40 años, la calidad de vida de los ciudadanos chinos mejoró de forma asombrosa: antes vivían en un país agrario pobre y ahora disfrutan de ciudades de alta tecnología, Internet 5G, trenes bala y constantes avances científicos. Este rápido ascenso proporcionó al PCCh el apoyo inquebrantable de su población y le permitió convertirse en uno de los principales actores en la escena internacional.
A medida que la economía china crecía, también lo hacían sus ambiciones. Teniendo en cuenta sus logros y disfrutando del poder recién adquirido en la política mundial, el PCCh se dio cuenta de que ya no tenía que seguir las reglas de Occidente, sino que podía ofrecer un modelo alternativo de desarrollo económico. A menudo denominado “modelo chino”, sirve de ejemplo de que el éxito del avance económico no requiere la liberalización política. Las principales características de este modelo son una economía orientada a la exportación con una fuerte intervención estatal, una reforma pragmática y la dependencia de la inversión extranjera. Todas las industrias estratégicas de la economía china están controladas por empresas estatales, lo que permite al Estado tener un dominio absoluto del sector económico. Esto, junto con el poder indiscutible del PCCh, se considera una fuente de estabilidad, crucial para el éxito del desarrollo. China considera que el constante cambio de poder y la liberalización política en las democracias occidentales son su debilidad, lo que provoca diferentes crisis que frenan el avance del país.
¿Por qué es tan atractivo el modelo chino?
China ha demostrado que el autoritarismo no es lo contrario de la modernidad: estas dos características no se contradicen, sino que pueden existir simultáneamente y prosperar. Esta idea es muy popular entre los líderes de los países en desarrollo que luchan por cumplir todos los requisitos de liberalización y democratización del mundo occidental.
Los países en desarrollo están siempre a la caza de inversiones y apoyo financiero. Una forma de recibirla es trabajar con el FMI, el Banco Mundial, el Banco Europeo de Inversiones u otras instituciones dirigidas por Occidente, cuyos préstamos siempre incluyen condiciones y exigen reformas. Y aunque estas condiciones pretenden impulsar el desarrollo económico del país prestatario, a menudo se convierten en una pesada carga para el gobierno. Además, no todos los países en desarrollo encuentran atractivo el orden mundial liberal y el sistema liderado por Occidente: no están dispuestos a convertirse en democracias electorales, proteger los derechos humanos y adherirse al Estado de derecho. Esto crea un conflicto de intereses y lleva a buscar otras vías para desarrollarse económicamente y recibir préstamos.
Dada la situación, el “modelo chino” parece ser la respuesta perfecta. Los políticos chinos afirman que no planean exportar explícitamente el “socialismo con características chinas” a otros países, pero creen haber dado ejemplo de un modelo económico que garantiza el desarrollo y al mismo tiempo no requiere una drástica reforma liberal. Además, en el marco de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (IFR), la RPC está dispuesta a invertir en los países en desarrollo y colaborar con ellos en proyectos de infraestructuras.
China también afirma no poner condiciones a los préstamos y no interferir en la política interior, a diferencia de los países occidentales. Por ejemplo, en lo que respecta a la cooperación con los países africanos, la RPC declara aplicar el principio de los “cinco no”: no interferir en las vías de desarrollo de cada país; no inmiscuirse en sus asuntos internos; no imponer la voluntad de China; no imponer condiciones políticas a la ayuda; y no buscar beneficios políticos egoístas en la inversión y la cooperación financiera.
Si bien es cierto que la RPC no trata de imponer su punto de vista sobre cómo gestionar los asuntos internos, las condiciones siguen existiendo, sólo que su naturaleza es diferente. China utiliza los préstamos para obtener apoyo en las instituciones internacionales y, a largo plazo, para ganar influencia política sobre los países que no podrán pagar sus deudas o incluso acceder a sus infraestructuras críticas. Aun así, los gobiernos de los países en desarrollo, especialmente los controlados por regímenes autoritarios corruptos, están ansiosos por aceptar las inversiones chinas y promover los intereses del PCCh en el extranjero.
Aunque el “modelo chino” tiene sin duda cierto atractivo, existe la preocupación de que no pueda aplicarse a ningún otro país en desarrollo, salvo a la propia RPC. Gracias a su enorme población y a su mano de obra cualificada y barata, China ha conseguido atraer a muchos inversores e impulsar sus exportaciones, una ventaja de la que carecen muchos países en desarrollo más pequeños. Otra cuestión crucial es que la economía china está empezando a ralentizarse y empiezan a surgir retos dentro del sistema, por ejemplo, la crisis inmobiliaria. La cuestión para los próximos años es si el PCCh será capaz de superar esas dificultades y garantizar un mayor desarrollo del país o no. Teniendo en cuenta estos factores, sería una opción bastante arriesgada para los países en desarrollo intentar aplicar el “modelo chino”.
¿Es Pekín una reformadora o revolucionaria?
China tiene un gran poder político y económico, por lo que una de las cuestiones más acuciantes es qué piensa hacer la RPC con él. ¿Intentará derrocar el orden mundial liberal liderado por Estados Unidos? ¿O intentará transformarlo para adaptarlo a sus propios intereses?
Pekín no tiene intención de aceptar el orden mundial liberal tal y como existe ahora. Aunque los dirigentes chinos no han expresado ninguna opinión directa sobre la idoneidad del orden actual para la RPC, sí han afirmado adherirse a los llamados “Cinco Principios de Coexistencia Pacífica”: respeto mutuo de la soberanía y la integridad territorial, no agresión mutua, no injerencia en los asuntos internos de la otra parte, igualdad y beneficio mutuo, y coexistencia pacífica. Estos valores podrían constituir el núcleo del orden mundial ideal de China y permitirnos analizar las preocupaciones chinas sobre el existente.
El respeto de la soberanía y la integridad territorial es el valor más crucial al que China debe adherirse en la escena internacional. Pekín considera que la isla de Taiwán, donde se encuentra la República de China, es su territorio y no está satisfecho con los países que, a pesar de seguir la política de “una sola China”, siguen colaborando con Taipéi. Además, la cuestión de la integridad territorial afecta a la región del Tíbet, junto con las cadenas de islas del Mar de China Meridional que se disputa la comunidad mundial. En un acto escandaloso de falta de respeto al Estado de derecho, China se ha negado a adherirse a la sentencia de 2016 a favor de Filipinas por parte de la Corte Permanente de Arbitraje en relación con la disputa en el Mar de China Meridional. Ante estos problemas, Pekín insiste mucho en la importancia de respetar la integridad territorial en el ámbito internacional. Por ejemplo, la RPC nunca ha reconocido la anexión de Crimea y cuatro regiones ucranianas por parte de Rusia, aunque tampoco condenó las acciones de Moscú. Es importante señalar que la RPC no se tomaría tan en serio la cuestión de la intromisión en la integridad territorial si no fuera por sus propias reivindicaciones discutibles sobre Taiwán, el Tíbet y el mar de la China Meridional.
Otro principio importante es la no injerencia en los asuntos internos. Los funcionarios chinos creen que los gobiernos extranjeros, pase lo que pase, no deben poder justificar la intervención en los asuntos internos de otro Estado. Se trata de una cuestión acuciante para Pekín, especialmente en lo que se refiere a la protección de los derechos humanos. El orden mundial liberal occidental implica que, en caso de violación de los derechos humanos, las potencias extranjeras tienen derecho a intervenir para poner fin a las atrocidades. China, al ser un país autoritario acusado de diversas violaciones de los derechos humanos, no está de acuerdo con el concepto de intervención humanitaria y colaboraría con cualquier régimen siempre que le resultara beneficioso.
También hay que llamar la atención sobre el principio de igualdad y beneficio mutuo. Aunque suene evidente y obvio, refleja una de las preocupaciones fundamentales que China tiene sobre el orden mundial liberal: Pekín no cree que sea igualitario. La RPC afirma que las instituciones y normas que constituyen el núcleo del orden mundial liberal favorecen a las potencias occidentales (por ejemplo, Estados Unidos tiene de facto poder de veto en el FMI).
Para hacer frente a los problemas mencionados, China se implica cada vez más en las instituciones internacionales y participa en los asuntos mundiales. Pekín está utilizando activamente la ONU y sus instituciones para establecerse como uno de los líderes mundiales. Actualmente, la República Popular China es uno de los países que proporciona más personal de mantenimiento de la paz a las misiones de mantenimiento de la paz de la ONU, superando a todos los demás miembros del Consejo de Seguridad de la ONU.
Otra medida notable que China emprende dentro del actual orden mundial es la creación de nuevas instituciones o el fortalecimiento de las existentes para servir a los intereses de Pekín. La Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras (BAII) y el Banco de los BRICS se presentan como alternativas a los organismos dirigidos por Occidente. Notablemente, el BAII, creado en 2016, ya se ha convertido en una institución financiera más poderosa que el Banco Asiático de Desarrollo, establecido en Occidente. Con la creación de estas instituciones, China espera presentarse como líder del Sur Global y defensor de los intereses de los países en desarrollo.
Teniendo en cuenta los factores mencionados, creo que no hay pruebas suficientes para afirmar que China se esté convirtiendo en un revolucionario. Aunque Pekín está tratando de redefinir algunos de los valores liberales y está creando instituciones internacionales alternativas, sus principios siguen alineándose en su mayoría con los occidentales, promueve la colaboración dentro de las instituciones creadas por las potencias occidentales, busca aliados y apoyo dentro de esas instituciones (por ejemplo, con la ayuda de la Iniciativa de la Franja y la Ruta) y no expresa mucho interés en socavar el orden existente. China se beneficia de un mundo globalizado, del libre comercio y de la cooperación con sus homólogos occidentales, por lo que no sería beneficioso para la RPC derrocar por completo el orden mundial existente. Lo que podemos ver es que Pekín está intentando ajustar algunos de los elementos estructurales del mundo liberal para que sirvan mejor a sus intereses, y aspira a convertirse en un líder dentro del Sur Global.
Conclusiones
El rápido ascenso de China y los retos a los que se enfrenta el orden mundial liberal en el siglo XXI han suscitado debates sobre el futuro de las instituciones mundiales. China está utilizando su crecimiento económico sin precedentes para promover un modelo alternativo de desarrollo que no incluye la liberalización política. Esto permite a los países en desarrollo evitar la necesidad de cumplir las gravosas condiciones impuestas por las instituciones dirigidas por Occidente. El “modelo chino” presenta un enfoque autoritario del avance económico, que desafía la narrativa occidental tradicional de que la liberalización política es un requisito previo para la modernización. Aunque atractivo hasta cierto punto, no ha existido el tiempo suficiente para demostrar su eficacia a largo plazo.
A medida que China sigue expandiendo su influencia mediante la creación de nuevas instituciones y proyectos como la Iniciativa de la Franja y la Ruta, los líderes occidentales se muestran cada vez más preocupados por las intenciones de Pekín. China desaprueba abiertamente los valores liberales que constituyen el núcleo del sistema internacional moderno y promueve su propia visión de los principios que deberían constituir la base del orden mundial. Al mismo tiempo, China apoya la cooperación en el marco de la ONU y no está dispuesta a renunciar a las ventajas que proporciona el sistema globalizado y multilateral. En la actualidad, China difícilmente puede considerarse un revolucionario que intenta socavar el orden mundial existente en su conjunto y construir uno totalmente nuevo. La RPC es más bien una fuerza que pretende ajustar el sistema internacional a sus necesidades. Queda por ver si las ambiciones y la asertividad de Pekín aumentarán o se mantendrán igual en el futuro. Pero si las potencias occidentales quieren ver su orden liberal estable y sin cambios, tendrán que estar unidas en su política dirigida a contener a China.
Descargo de responsabilidad: Los puntos de vista, pensamientos y opiniones expresados en los documentos publicados en este sitio pertenecen únicamente a los autores, y no necesariamente al Centro de Diálogo Transatlántico, sus comités o sus organizaciones afiliadas. Los documentos están destinados a estimular el diálogo y la discusión y no representan posiciones políticas oficiales del Centro de Diálogo Transatlántico o cualquier otra organización con la que los autores puedan estar asociados