Por Maksym Chebotarov, Anna-Mariia Mandzii, Karyna Leonenko, Kateryna Volkova
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Puntos Сlave
- Rusia ya no es un mercado viable para la inversión extranjera a largo plazo debido a las sanciones, la imprevisibilidad legal y el deterioro económico.
- Los riesgos geopolíticos y jurídicos están en aumento, e incluyen la incautación de activos, sanciones por salida del mercado, sanciones secundarias y daños reputacionales para las empresas que continúan operando en Rusia.
- La estrategia económica del Kremlin se ha orientado hacia la militarización y el nacionalismo económico, generando un entorno empresarial hostil marcado por nacionalizaciones forzadas y expropiaciones.
- Las sanciones occidentales han afectado profundamente las capacidades financieras y tecnológicas de Rusia, provocando una fuga de capitales, la depreciación de la moneda y debilidades estructurales en la economía.
- La responsabilidad corporativa se ha convertido en un elemento central de la estrategia empresarial global: las empresas deben alinearse con los estándares de derechos humanos y el derecho internacional, y no solo con objetivos financieros.
- Continuar operando en Rusia socava los compromisos ESG y la credibilidad internacional, ya que las empresas extranjeras contribuyen indirectamente a la economía de guerra del Kremlin.
- El reajuste económico es irreversible: volver al “negocio como siempre” en Rusia ya no es una opción realista ni ética para las empresas occidentales.
- Ucrania se perfila como un futuro destino para inversiones éticas, especialmente en la reconstrucción posbélica y en cadenas de suministro resilientes.

La invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia ha reconfigurado fundamentalmente el entorno empresarial global, dejando claro que seguir haciendo negocios como siempre ya no funciona en Rusia. Antaño considerada un mercado estratégico, Rusia se ha convertido en un país en el que las sanciones, la intervención estatal y la inestabilidad económica han hecho insostenible la inversión a largo plazo. La guerra ha obligado a las empresas a replantearse no solo los riesgos financieros, sino también las consecuencias legales, éticas y reputacionales de mantener operaciones en un país cada vez más aislado de los mercados globales.
Más allá de las sanciones, la trayectoria económica de Rusia se está deteriorando, con una fuga de capitales, escasez de mano de obra y un aislamiento tecnológico que amenazan su estabilidad a largo plazo. Las contramedidas del Kremlin—como las incautaciones de activos, las nacionalizaciones forzadas y las restricciones—han socavado aún más la confianza empresarial. Mientras tanto, las empresas que siguen operando en Rusia se enfrentan a la creciente presión de los gobiernos, inversores y consumidores occidentales, que perciben su presencia como un respaldo indirecto al esfuerzo bélico.
Mirando más allá de 2025, el modelo económico de Rusia está llegando a sus límites. Aunque indicadores oficiales como el crecimiento del PIB y el bajo desempleo crean una ilusión de estabilidad, este frágil equilibrio se basa en un gasto bélico insostenible y profundas debilidades estructurales. El país se enfrenta ya a una disminución de la mano de obra, al agotamiento de las capacidades de producción y al estancamiento de los ingresos de exportación debido a las sanciones. El gobierno ruso ha intentado compensar esta situación mediante un aumento del gasto militar y una política de nacionalismo económico, pero estas medidas no abordan las fracturas más profundas de su economía. A medida que aumentan los costos de transacción y empeoran las condiciones del mercado, las empresas deben reconocer que el viejo enfoque de operar en Rusia ya no es viable. Los riesgos superan a los beneficios, y la noción de “negocios como siempre” en Rusia se ha convertido en una ilusión obsoleta y peligrosa.
Riesgos Geopolíticos y el Peso de las Sanciones

Las sanciones impuestas a Rusia han creado uno de los entornos económicos más restrictivos de la historia moderna. Hasta la fecha, los países occidentales han aplicado más de 24.300 sanciones individuales y contra entidades, lo que convierte a Rusia en el país más sancionado del mundo—superando en conjunto a Irán, Siria, Corea del Norte, Bielorrusia, Venezuela y Myanmar (14.199). La Unión Europea, Estados Unidos, el Reino Unido y otros países aliados han dirigido estas sanciones a sectores clave como las finanzas, la energía, la tecnología y la defensa, limitando gravemente la capacidad de Rusia para participar en el comercio internacional.

El sector financiero ha sido particularmente afectado, con más del 80 % de los activos bancarios rusos bajo sanciones y los principales bancos del país, como Sberbank y VTB, excluidos del sistema internacional de pagos SWIFT. Como resultado, la inversión extranjera directa (IED) ha caído a su nivel más bajo en 15 años, reduciéndose a 235.000 millones de dólares en octubre de 2024. En los tres primeros trimestres de 2024, los inversores extranjeros retiraron otros 44.000 millones de dólares de la economía real rusa, tras pérdidas de 80.000 millones en 2023 y 138.000 millones en 2022. Además, las reservas rusas en divisas extranjeras se redujeron en 290.000 millones de dólares debido a la congelación de los activos del banco central ruso.
Rusia ha sufrido significativas salidas de capital que reflejan una creciente pérdida de confianza empresarial, producto de las tensiones geopolíticas y las sanciones económicas. En respuesta, el Banco Central de Rusia prorrogó hasta el 31 de marzo de 2025 las restricciones a la transferencia de fondos al extranjero, con el objetivo de frenar la fuga de capitales. Estas medidas prohíben a las empresas de los llamados “países no amistosos”—aquellos que han impuesto sanciones contra Rusia—transferir dinero al exterior, mientras que permiten a los ciudadanos rusos y a los residentes de “países amistosos” transferir hasta 1 millón de dólares mensuales a cuentas bancarias extranjeras.
Las sanciones también han paralizado las industrias de alta tecnología y energía de Rusia. El país ha perdido el acceso a tecnologías occidentales clave, como semiconductores, equipos industriales y repuestos para la aviación, lo que ha obligado a las empresas a depender de alternativas de menor calidad provenientes de China e Irán. Los ingresos petroleros—que representan cerca del 40 % del presupuesto ruso—también se han visto afectados, ya que los topes de precios y los embargos han reducido significativamente las ganancias, lo que ha llevado al Kremlin a desviar fondos de programas sociales hacia el gasto militar.
Con la salida de Rusia de más de 1.500 empresas multinacionales, el entorno empresarial se ha vuelto cada vez más volátil. Las empresas que aún permanecen en el país se enfrentan a crecientes riesgos legales por parte de reguladores occidentales, así como presión por parte de accionistas y consumidores, que perciben la continuidad de sus operaciones en Rusia como una forma de complicidad en la financiación de la guerra. El peso de estos riesgos geopolíticos, sumado a la creciente incertidumbre económica, refuerza la conclusión de que Rusia ya no es un mercado viable para inversiones sostenibles a largo plazo.
El Clima Empresarial Hostil del Gobierno Ruso
A medida que las sanciones occidentales y la retirada de empresas extranjeras han reconfigurado la economía rusa, el Kremlin ha respondido con políticas cada vez más agresivas hacia los negocios extranjeros, generando un entorno de inversión impredecible y hostil.
En 2023, Rusia introdujo un conjunto de nuevas medidas legales, justificándolas con la necesidad de proteger los intereses nacionales. Más concretamente, la nueva legislación rusa otorgó a los gobiernos regionales el derecho de confiscar los activos de empresas provenientes de Estados Unidos y otros países considerados “no amistosos” (sin una justificación clara o lógica sobre los criterios para incluir a ciertos países en esta lista). Además, esta legislación prohíbe el pago de dividendos, la transferencia de fondos y la venta de participaciones en los sectores del combustible y la energía para las empresas vinculadas a dichos “estados no amistosos”.
La creciente intervención estatal va más allá de las expropiaciones directas. Las autoridades rusas han impuesto leyes de nacionalización forzada, lo que dificulta que las empresas occidentales puedan vender sus activos o abandonar el mercado sin la aprobación del gobierno. Las empresas que desean retirarse deben vender con un descuento del 50 % y pagar un “impuesto de salida” obligatorio de al menos el 10 % del valor de la venta al Estado ruso. Esto efectivamente coloca a las empresas en un escenario sin salida: quedarse y arriesgarse a ser expropiadas, o irse asumiendo pérdidas financieras considerables.
Casos de alto perfil, como la toma estatal de Baltika Breweries de Carlsberg y la incautación de la filial rusa de Danone, demuestran la disposición del Kremlin a expropiar empresas extranjeras sin el debido proceso legal. Danone Rossiya, una subsidiaria de la francesa Danone, es el mayor productor de productos lácteos en Rusia. Danone operaba anteriormente 13 negocios en el país, con más de 100.000 empleados. Estos ejemplos ilustran claramente la hostilidad del gobierno ruso hacia los inversores extranjeros, quienes han aportado miles de millones de dólares a la economía rusa desde la década de 1990.

Las empresas occidentales expropiadas por el gobierno están ahora bajo el control de leales a Putin, quienes comparten las ganancias con el Estado, aunque oficialmente siguen siendo de propiedad privada. Danone Rossiya está actualmente gestionada por un estrecho colaborador de Ramzan Kadyrov, el líder de Chechenia, mientras que Taimuraz Bolloev, amigo personal de Putin, supervisa ahora las operaciones de Carlsberg. En esencia, el Kremlin utiliza los activos extranjeros para asegurar el apoyo de los oligarcas rusos al régimen y al propio Putin.
Las empresas afectadas por el gobierno ruso debido a tensiones geopolíticas podrían, alternativamente, abogar por una compensación proveniente de los activos congelados del Banco Central de Rusia en Occidente.
Desde 2022, se han identificado 200 fallos judiciales que resultaron en la nacionalización de propiedades extranjeras. La mayoría de estas decisiones se justificaron con el argumento de que los propietarios de las empresas extranjeras pertenecían a países considerados “no amistosos” hacia Rusia. Además, el gobierno no ha establecido criterios claros para determinar qué empresas corren riesgo de ser nacionalizadas, lo que deja a sus propietarios occidentales en una incertidumbre aún mayor. A menudo, el destino de estas empresas depende de si existe un comprador interesado dentro de Rusia que sea considerado adecuado por el gobierno o el Kremlin.
Para aquellas empresas dispuestas a abandonar el mercado ruso, surge otro problema: encontrar un comprador “limpio” y no sancionado es difícil. Mientras que es poco probable que las empresas rusas más pequeñas que no han caído bajo las sanciones occidentales dispongan de fondos suficientes, los actores más grandes están sometidos ellos mismos a sanciones o son clientes de bancos rusos objeto de la política sancionadora.
Otro punto crítico a considerar es que, ante la creciente dependencia económica de Rusia hacia Pekín, un número cada vez mayor de pagos internacionales se realiza en yuanes, lo que señala una progresiva yuanización de la economía rusa. Además, el aislamiento parcial del país de los mercados financieros globales ha resultado en una integración económica más profunda con los pocos socios que le quedan, como India, Irán, los países de Asia Central, entre otros. Las sanciones occidentales contra los bancos rusos han provocado una disminución en el volumen de transacciones, lo que complica aún más las operaciones de las empresas occidentales en Rusia. También han afectado a las exportaciones e importaciones de Rusia.
Cabe destacar que, como resultado de las conversaciones entre Estados Unidos y Rusia sobre la guerra contra Ucrania, el Kremlin ha iniciado la elaboración de una legislación para facilitar el regreso de empresas occidentales a Rusia. Sin embargo, los casos de expropiación demuestran que, independientemente de la importancia de la inversión extranjera directa (IED) para la economía rusa, el gobierno no ha dudado en nacionalizar activos de propiedad extranjera y prohibir su retirada del mercado ruso.
Declive Económico e Inestabilidad del Mercado
Pionyang se ha beneficiado enormemente de su alianza con el Kremlin, y el despliegue de tropas en el frente, por ahora, ha valido la pena para Kim. A cambio de varios miles de vidas humanas, Corea del Norte ha recibido una gran cantidad de armas y tecnología a las que anteriormente no tenía acceso. Esto permitirá al Estado paria ejercer presión sobre sus enemigos en el Pacífico, especialmente Corea del Sur, con quien la relación ha sufrido un drástico deterioro en los últimos meses.
A medida que aumentan las tensiones en el Pacífico (no sin la implicación directa de Pionyang), Corea del Norte está interesada en reforzar su capacidad militar para prepararse ante un posible conflicto. El envío de tropas a Ucrania se percibe como una oportunidad ideal para que los soldados adquieran experiencia práctica en guerra moderna y en el uso de nuevas tecnologías y armamento. La colaboración con Rusia y el acuerdo de defensa mutua podrían permitir a Kim solicitar apoyo militar ruso si la situación en el Pacífico se intensifica hasta convertirse en un conflicto armado. Además, con la ayuda de Moscú, Corea del Norte tendrá la oportunidad de avanzar en su programa nuclear y consolidarse como un actor aún más influyente a nivel regional.
Indicador / Año | 2013 | 2014 | 2015 | 2016 | 2017 | 2018 | 2019 | 2020 | 2021 | 2022 | 2023 | 2024 | Mar. 2025 |
PIB Nominal (billones RUB) | 73 | 79 | 83.1 | 85.6 | 91.8 | 103.9 | 109.6 | 107.7 | 134.7 | 156.9 | 176.4 | 200 | – |
PIB Nominal (mil millones USD) | 2288 | 2047 | 1355 | 1281 | 1575 | 1651 | 1696 | 1486 | 1829 | 2296 | 2056 | 2159 | – |
Tasa de Crecimiento del PIB (%) | – | -10,53% | -33,81% | -5,46% | 22,95% | 4,83% | 2,73% | -12,38% | 23,08% | 25,53% | -10,45% | 5,01% | – |
PIB Per Cápita (USD) | 15.9 | 14.0 | 9.2 | 8.7 | 10.7 | 11.2 | 11.5 | 10.1 | 12.4 | 15.6 | 14.1 | 14.8 | – |
Índice de Precios al Consumidor (Inflación, %) | 6.47 | 11.35 | 11 | 5.4 | 2.5 | 4 | 3 | 4 | 8.39 | 11.94 | 7.42 | 9.52 | 9.92 |
Deuda Pública (mil millones RUB) | 728,864 | 599,901 | 518,489 | 511,752 | 518,445 | 455,073 | 491,452 | 467,605 | 488,415 | 385,081 | 317,893 | 290,400 | – |
Déficit Presupuestario (% del PIB) | 0,50% | -0,70% | -2,60% | -3,40% | -1,50% | 2,60% | 1,80% | -3,80% | 0,40% | -2,30% | -2% | -1,70% | -0,50% |
Indicador / Año | 2013 | 2014 | 2015 | 2016 | 2017 | 2018 | 2019 | 2020 | 2021 | 2022 | 2023 | 2024 | Mar. 2025 |
Déficit Presupuestario (billones RUB) | 0,32 | -0,5 | -1,95 | -2,97 | -1,33 | 2,74 | 1,96 | -4,1 | 0,52 | -3,35 | -3,3 | -3,49 | 1,7 |
Tasa de Interés Clave | 5.5 | 17 | 11 | 10 | 8.25 | 7.75 | 6.25 | 4.25 | 7.5 | 7.5 | 16 | 21 | 21 |
Tipo de Cambio (RUB/USD) | 31.8 | 38,5 | 61,00 | 67,00 | 58,30 | 62,74 | 64,72 | 72,18 | 73,66 | 68,54 | 85,30 | 92,62 | 87,15 |
Reservas de Oro y Divisas (mil millones USD) | 509 | 385 | 368 | 378 | 433 | 468 | 554 | 583 | 631 | 582 | 599 | 609 | 632 |
Porción Líquida del Fondo Nacional de Riqueza (billones RUB) | – | – | – | – | – | – | 2.36 | 6.14 | 8.66 | 8.43 | 6.13 | 5.01 | 3.39 |
Tasa de Desempleo (%) | 5.2 | 5.5 | 5.8 | 5.3 | 5.1 | 4.8 | 4.6 | 5.9 | 4.3 | 3.7 | 3 | 2.3 | – |
Salario Mínimo (mil RUB/mes) | 5.2 | 5.5 | 5.9 | 6.2 | 7.5 | 9.5 | 11.3 | 12.1 | 12.8 | 13.9 | 16.2 | 19.2 | 22.4 |
Salario Mínimo en USD | 163,52 | 142,86 | 96,72 | 92,54 | 128,64 | 151,42 | 174,61 | 167,64 | 173,78 | 202,81 | 189,92 | 207,29 | 257,03 |
Notas adicionales:
- La tabla ofrece una visión general de los principales indicadores económicos de Rusia desde 2013 hasta marzo de 2025, destacando las tendencias en el PIB, la inflación, los tipos de cambio, los déficits presupuestarios y la política monetaria.
- Los datos económicos reflejan el impacto de las sanciones occidentales, la guerra contra Ucrania y el giro de Rusia hacia una economía militarizada.
- El fuerte descenso del PIB en términos de dólares estadounidenses (de 2,28 billones en 2013 a 1,35 billones en 2015) ilustra los efectos del aislamiento financiero, mientras que la depreciación del rublo (de 31,8 a 92,6 por dólar) indica una continua inestabilidad económica.
- El desempleo se mantiene artificialmente bajo, probablemente debido al reclutamiento militar obligatorio y al empleo dirigido por el Estado en industrias relacionadas con la guerra, así como a una economía recalentada impulsada por la producción militar, lo que a su vez pone de relieve el problema de la escasez de mano de obra.
- Los déficits presupuestarios y la alta inflación evidencian presiones financieras a largo plazo, con tasas de interés elevadas al 21 % en 2024, probablemente en un intento de estabilizar la moneda.
La trayectoria económica de Rusia desde 2014 ha estado fuertemente determinada por las sanciones, los cambios geopolíticos y la priorización del gasto militar. Tras la anexión de Crimea, el PIB en términos de dólares estadounidenses se desplomó de 2,28 billones en 2013 a 1,35 billones en 2015 (-33,8 %), debido principalmente a las restricciones financieras impuestas por Occidente y a la caída de los precios del petróleo. La economía se recuperó parcialmente a finales de la década de 2010, pero la invasión a gran escala de Ucrania en 2022 provocó una segunda oleada de sanciones aún más severas, que aislaron a Rusia de los mercados globales y restringieron su acceso a tecnologías clave. En 2023, el PIB volvió a caer un 10,45 %, reflejando los efectos combinados de las distorsiones económicas provocadas por la guerra, la fuga de capitales y el acceso limitado a los sistemas financieros occidentales. La depreciación del rublo, que pasó de 31,8 por dólar en 2013 a 92,6 en 2024, pone de manifiesto la creciente presión externa y los desafíos para mantener las reservas de divisas a pesar de las continuas exportaciones de petróleo y gas de Rusia.
La militarización de la economía rusa es evidente en su creciente déficit presupuestario y su elevada inflación, ambos impulsados por un gasto excesivo relacionado con la guerra. El déficit ha fluctuado bruscamente, alcanzando el -3,4 % del PIB en 2022 y el -2 % en 2023, a pesar de los intentos por contener el gasto. La inflación se disparó hasta el 11,94 % en 2022, debido a la disrupción de las cadenas de suministro provocada por las sanciones y a la necesidad de una costosa sustitución de importaciones. El Banco Central respondió con fuertes subidas de las tasas de interés (21 % en 2024), con el objetivo de frenar la inflación y estabilizar el rublo. Sin embargo, estas medidas también limitan la inversión del sector privado, haciendo que el crecimiento económico a largo plazo dependa cada vez más de la intervención estatal. La parte líquida del Fondo Nacional de Riqueza de Rusia (ФНБ) se ha reducido de 8,66 billones de rublos en 2021 a tan solo 3,39 billones en 2025, lo que refleja la tensión de financiar los gastos de guerra manteniendo la estabilidad social.
A pesar de los intentos por proyectar resistencia económica, Rusia se enfrenta a profundas debilidades estructurales que limitan su capacidad para sostener el crecimiento a largo plazo. La pérdida de acceso a los mercados, inversiones y tecnologías occidentales hace que la diversificación económica sea prácticamente imposible, reforzando la dependencia de Rusia de las exportaciones de materias primas hacia China, India y países no alineados. Aunque el salario mínimo ha aumentado a 22.400 rublos (257 dólares) en 2025, los ingresos reales continúan erosionados por la inflación y la depreciación del rublo. La persistencia de una moneda débil y tasas de interés elevadas ha creado un entorno de estanflación, en el que el crecimiento económico sigue siendo débil a pesar del gasto estatal a gran escala. A medida que la guerra se prolonga y la economía rusa se aísla aún más, el Kremlin avanza hacia un modelo de economía dirigida, priorizando la producción militar y las industrias controladas por el Estado a costa del desarrollo económico general.
Riesgos Reputacionales y el Costo de Quedarse/Salir
Para las corporaciones multinacionales, la decisión de permanecer o salir de Rusia ha dejado de ser una mera cuestión comercial para convertirse en un dilema reputacional y ético. Las empresas que continúan operando en Rusia se enfrentan a una creciente reacción negativa por parte de gobiernos occidentales, inversores y consumidores, que perciben su presencia como un apoyo indirecto al esfuerzo bélico del Kremlin. Marcas de alto perfil como Nestlé, Leroy Merlin, METRO y otras han sido duramente criticadas por mantener su presencia en el mercado ruso, con llamados a boicots por parte de consumidores y campañas de desinversión promovidas por accionistas que ganan cada vez más fuerza. En contraste, las empresas que han abandonado Rusia—como McDonald’s, BP y Ford—han logrado, en su mayoría, preservar su reputación y evitar complicaciones legales y financieras vinculadas a las sanciones occidentales.
También aumentan los riesgos legales y de cumplimiento de la normativa derivados de la permanencia en Rusia. Los gobiernos de Estados Unidos y Europa han ampliado las sanciones secundarias, dirigiéndose a entidades que hacen negocios con empresas rusas vinculadas a la producción militar. Esto significa que las compañías que siguen operando en Rusia podrían poner en peligro su acceso a los mercados occidentales, a servicios financieros y a cadenas de suministro internacionales. Además, las empresas que cumplen con las normativas impuestas por el gobierno ruso—como la obligación de transferir datos a servidores dentro del país o las nuevas leyes que penalizan las declaraciones contrarias a la guerra—se exponen a acciones legales en virtud de leyes occidentales sobre derechos humanos y responsabilidad corporativa.
Por ejemplo, en 2024, Estados Unidos impuso sanciones secundarias adicionales a cualquier institución financiera extranjera (FFI) que preste servicios a empresas e individuos rusos sancionados.
Cabe destacar que, en enero de 2025, un tribunal ruso ordenó al Raiffeisen Bank International (RBI) de Austria—el mayor banco occidental que aún opera en Rusia—pagar más de 2.100 millones de dólares en concepto de indemnización por su decisión de reducir sus operaciones comerciales en el país durante 2024. Como consecuencia, RBI reportó una caída en sus beneficios anuales por primera vez en nueve años. Habiendo sufrido un daño reputacional significativo desde 2022, Raiffeisen Bank está considerando vender su negocio en Rusia para facilitar su salida del mercado ruso.
Al mismo tiempo, el costo de abandonar Rusia puede ser considerable, ya que el Kremlin ha impuesto impuestos de salida punitivos, ventas forzadas de activos y restricciones a la repatriación de capital. Algunas empresas se han visto obligadas a vender sus activos con descuentos de hasta el 90 %, mientras que otras han perdido sus bienes por expropiación directa. A pesar de estas pérdidas financieras, las empresas que han optado por salir son cada vez más vistas como actores que han tomado una decisión estratégica a largo plazo: evitar enredos en un mercado inestable y preservar su credibilidad en los mercados occidentales.

Responsabilidad Corporativa y el Papel de las Prácticas Empresariales Éticas
La invasión rusa de Ucrania ha alterado fundamentalmente las expectativas globales en torno a la responsabilidad corporativa, especialmente para las empresas que operan en entornos de alto riesgo. Las corporaciones multinacionales ya no pueden permitirse mantener una postura neutral en conflictos donde sus actividades económicas, directa o indirectamente, sostienen a un Estado agresor. Las empresas que continúan operando en Rusia se enfrentan a un escrutinio cada vez mayor por parte de gobiernos, inversores y la sociedad civil, ya que sus contribuciones fiscales y su presencia económica brindan apoyo financiero y logístico a un régimen implicado en violaciones del derecho internacional. El cumplimiento de las sanciones por sí solo ya no es suficiente: las compañías deben evaluar su papel más amplio dentro de una economía orientada a la guerra, donde su permanencia se percibe como una forma de facilitar el esfuerzo bélico del Kremlin.
La contradicción entre los compromisos de responsabilidad social corporativa (RSC) y la continuidad de operaciones en Rusia es cada vez más evidente. Aunque muchas empresas afirman públicamente adherirse a los principios ambientales, sociales y de gobernanza (ESG), sus actividades en Rusia contradicen abiertamente estos valores. Un estudio de 2023 del Yale Chief Executive Leadership Institute reveló que las corporaciones multinacionales que aún operan en Rusia contribuyen con miles de millones de dólares anuales a los ingresos del Estado, financiando indirectamente el gasto militar. Marcos internacionales como los Principios Rectores de la ONU sobre las Empresas y los Derechos Humanos y las Directrices de la OCDE para Empresas Multinacionales subrayan que las compañías deben prevenir y mitigar los riesgos para los derechos humanos, incluso cuando no son directamente cómplices. A medida que aumenta el escrutinio regulatorio, las empresas que no se desvinculen de Rusia se exponen a un daño reputacional, responsabilidades legales y posibles sanciones secundarias que podrían afectar su acceso a los mercados occidentales.
Un cambio estratégico se vuelve ahora imperativo—no solo en términos de salir de Rusia, sino también en alinear las operaciones empresariales con un orden internacional basado en normas. Las empresas que se desvinculen de forma proactiva del mercado ruso y redirijan sus inversiones hacia entornos más estables y éticos estarán mejor posicionadas para un crecimiento sostenible a largo plazo. Ucrania, en particular, ofrece oportunidades emergentes para una inversión responsable en procesos de reconstrucción y reconfiguración de cadenas de suministro, reforzando el compromiso con la resiliencia democrática y el derecho internacional. A medida que la responsabilidad corporativa evoluciona hasta convertirse en un pilar central de la gestión de riesgos y la estrategia global, las empresas deben comprender que permanecer en Rusia ya no es solo una decisión financiera, sino un desafío directo a su credibilidad y sostenibilidad futura.
Conclusión
La decisión de hacer negocios en Rusia ha dejado de ser una mera evaluación económica para convertirse en una compleja combinación de consideraciones geopolíticas, legales y éticas. La invasión rusa de Ucrania ha transformado profundamente el entorno empresarial, convirtiendo a Rusia en un mercado cada vez más riesgoso e inestable debido a las sanciones, la intervención estatal y el deterioro económico. Las empresas que deciden permanecer se enfrentan a crecientes riesgos legales, reputacionales y financieros, mientras que aquellas que optan por salir deben asumir pérdidas inmediatas, pero ganan en estabilidad y credibilidad a largo plazo.
A medida que se acelera la reconfiguración económica, se orientan hacia mercados basados en el Estado de Derecho, y Ucrania se perfila como un destino potencial de inversión, especialmente en reconstrucción y cadenas de suministro. Además, la responsabilidad corporativa se está convirtiendo en un factor decisivo dentro de la estrategia empresarial, ya que se espera que las compañías se alineen con los estándares de derechos humanos y gobernanza ética. En última instancia, a medida que se profundiza el aislamiento de Rusia, las empresas deben reconocer que el modelo de “negocios como siempre” ya no es viable y que permanecer en el país implica más riesgos que beneficios.
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