Por Artur Koldomasov
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Puntos Clave
- División Política en Moldavia: El país sigue dividido entre facciones proeuropeas y prorrusas, y las elecciones parlamentarias de julio de 2025 marcarán su rumbo geopolítico.
- Influencia Oligárquica: Figuras como Ilan Shor y Vlad Plahotniuc siguen manipulando el sistema político moldavo mediante el control de los medios de comunicación, la corrupción y el poder financiero.
- Transnistria y Gagaúzia como Puntos Álgidos: Ambas regiones se oponen a la integración de Moldavia en la UE: Transnistria se alinea estrechamente con Rusia y los dirigentes de Gagaúzia buscan activamente el apoyo de Moscú.
- Los Medios de Comunicación como Campo de Batalla: La desinformación respaldada por Rusia sigue estando muy extendida a pesar de los esfuerzos del gobierno por frenar la influencia extranjera, lo que agrava las divisiones políticas.
- Elecciones de 2024 y Referéndum sobre la UE: La presidenta Maia Sandu consiguió la reelección, pero la fuerte oposición en las regiones prorrusas puso de manifiesto las fracturas internas de Moldavia. El referéndum sobre la UE se aprobó por un estrecho margen (50,35% a favor).
- Luchas de Política Exterior: Mientras el gobierno moldavo aboga por la integración en la UE y la OTAN, los grupos de la oposición defienden la federalización y el estrechamiento de los lazos con Rusia.
- Crisis de Identidad: Las tensiones históricas, lingüísticas y geopolíticas alimentan los debates sobre la identidad nacional, polarizando aún más al electorado.
- Una Prueba de Influencia Regional: La lucha de Moldavia ofrece lecciones clave para Ucrania y otros Estados postsoviéticos que afrontan retos similares.

El panorama político contemporáneo de Moldavia es un espacio dinámico y a menudo volátil, configurado por legados históricos, presiones geopolíticas y luchas internas entre la reforma y la corrupción. Desde que se independizó de la Unión Soviética en 1991, el país ha oscilado entre fuerzas políticas proeuropeas y prorrusas, una división que sigue definiendo su gobernanza, política exterior e identidad nacional. Aunque la “Revolución Twitter” de 2009 puso a Moldavia en la senda de la integración europea, la corrupción sistémica y la influencia oligárquica han socavado repetidamente los avances. En el centro del tira y afloja político de Moldavia se encuentran actores clave como el proeuropeo Partido de Acción y Solidaridad (PAS), liderado por la presidenta Maia Sandu, y el prorruso Partido de Socialistas (PSRM), representado por el ex presidente Igor Dodon. El panorama de los medios de comunicación complica aún más la trayectoria política del país, ya que los medios se alinean en torno a líneas ideológicas y la desinformación respaldada por Rusia influye en la opinión pública. Mientras tanto, las disputas territoriales no resueltas de Moldavia, en particular con la región separatista de Transnistria y la región autónoma de Gagaúzia, sirven como puntos críticos que Moscú sigue explotando. En este contexto, las elecciones presidenciales de 2024 y el referéndum de adhesión a la UE han acentuado las divisiones sociales, con márgenes estrechos que reflejan un electorado dividido entre las aspiraciones europeas y los lazos históricos con Rusia. Mientras Moldavia se prepara para las cruciales elecciones parlamentarias de 2025, sigue habiendo mucho en juego. El resultado no sólo determinará el camino del país hacia la integración europea, sino que también pondrá a prueba su resistencia frente a los desafíos internos y externos.
Actores clave en el ámbito político nacional
El panorama político contemporáneo de Moldavia se caracteriza por una compleja interacción de partidos políticos, políticos influyentes, estructuras oligárquicas y un entorno mediático diverso. Refleja la actual lucha del país por navegar por su identidad y gobernanza en el contexto postsoviético, especialmente a la luz de su posicionamiento geopolítico entre la Unión Europea y Rusia.
Allí dominan pocos partidos políticos clave que se alineen con ideologías proeuropeas o prorrusas. El Partido de Acción y Solidaridad (PAS), liderado por Maia Sandu, surgió como una fuerza significativa tras las elecciones parlamentarias de 2021, abogando por la integración europea y medidas anticorrupción. La victoria del PAS marcó un cambio en el panorama político, ya que aprovechó el descontento público con la corrupción y los problemas de gobernanza asociados a las administraciones anteriores.
Por el contrario, el Partido de Socialistas de la República de Moldavia (PSRM), que históricamente ha favorecido el estrechamiento de lazos con Rusia, sigue siendo un actor destacado. El PSRM ha utilizado una retórica populista para atraer a los votantes nostálgicos de la era soviética, a menudo enmarcando su programa en torno al bienestar social y la identidad nacional. El PSRM, que representa al bando prorruso, ha gozado tradicionalmente de un fuerte apoyo en regiones como Gagaúzia y Transnistria. Se centra en preservar la neutralidad de Moldavia y mantener estrechos lazos con Rusia. Igor Dodon es el representante más destacado del partido en la actualidad, ya que fue su presidente y líder, y aboga por la neutralidad de Moldavia y los estrechos lazos con Rusia.

Fundado por el empresario y polémico político Ilan Shor, el Partido Shor mezcla populismo con promesas de desarrollo regional. Shor se ha visto implicado en el “escándalo del banco multimillonario”, pero su partido sigue ganando adeptos en zonas económicamente deprimidas.
Ion Marandici introduce el concepto de captura oligárquica del Estado en el estudio del caso de Moldavia para describir el dominio temporal de las élites adineradas sobre todos los poderes del Estado, obstaculizando la democracia y perpetuando la corrupción. Los oligarcas, como ganadores de la transición económica postsoviética, explotaron las instituciones estatales en beneficio propio. Por eso desempeñan un papel crucial en el panorama político de Moldavia, ejerciendo a menudo una influencia significativa sobre los partidos políticos y el proceso electoral. El entrelazamiento de los negocios y la política ha dado lugar a un sistema en el que los intereses oligárquicos pueden eclipsar los procesos democráticos, contribuyendo a la corrupción generalizada y a la desilusión pública.
Figuras notables como Vlad Plahotniuc, que anteriormente dirigió el Partido Democrático, ejemplifican los retos que plantea el control oligárquico, ya que han sido acusados de manipular los resultados políticos para mantener el poder. Además de Ilan Shor, Vlad Filat también fue un actor central, que aprovechó los partidos políticos y los recursos del Estado en beneficio propio. Estos oligarcas utilizaron mecanismos como el control de los medios de comunicación y el poder judicial, el patrocinio de partidos y la participación directa en política, y la explotación de los recursos del Estado mediante tramas como el fraude bancario de 2014, también llamado el “robo del siglo”. Como parte de esta trama, se desviaron 1.000 millones de dólares de la economía, lo que equivale al 12% del PIB de Moldavia. Las rivalidades entre oligarcas desencadenaron reformas y detenciones, pero también intensificaron la explotación de los recursos del Estado. La reacción popular y la presión internacional pusieron de manifiesto la necesidad de reformas sistémicas.

Intentando definir la política exterior de Moldavia
La política exterior de Moldavia está marcada por su oscilación histórica entre alineamientos proeuropeos y prorrusos, y refleja la división política interna del país. Actualmente incluye tres tendencias principales: la integración en la UE y la OTAN, las relaciones especiales con Rumanía y la federalización. Las aspiraciones a la UE en Moldavia reflejan una preferencia por el internacionalismo cooperativo que se ve limitada por el descontento económico y la influencia rusa, mientras que la adhesión a la OTAN es la tendencia menos apoyada, limitada por la neutralidad constitucional y la fuerte oposición de Rusia. La federalización suele considerarse una política prorrusa debido a su potencial para reforzar la influencia de Transnistria. La pobreza, como indicador multidimensional, está significativamente correlacionada con la oposición a la apertura de la política exterior de Moldavia—la pobreza subjetiva se alinea con la resistencia a la adhesión a la UE y a la unificación con Rumanía. La confianza en los medios de comunicación rusos también está fuertemente correlacionada con la oposición a la adhesión a la UE y a la OTAN, lo que subraya la capacidad de Moscú para moldear la narrativa en Moldavia. La educación superior y una demografía más joven favorecen el internacionalismo cooperativo y se oponen a las medidas aislacionistas y federalistas.
A finales de 2024, Moldavia sigue estando políticamente polarizada. Las recientes elecciones mostraron un electorado dividido, con un apoyo significativo tanto a las facciones proeuropeas como a las prorrusas. Las próximas elecciones parlamentarias de 2025 serán cruciales para determinar el rumbo futuro de Moldavia en medio de las continuas presiones de Rusia y las aspiraciones de adhesión a la UE. Esta polarización entre partidos proeuropeos y prorrusos ha creado un entorno político dinámico en el que las lealtades de los partidos pueden cambiar en función del sentimiento de la población y de influencias externas.
Panorama de los medios de comunicación en Moldavia
El panorama de los medios de comunicación en Moldavia durante 2020-2025 refleja su dinámica sociopolítica y cultural más amplia, definida por las tensiones entre las aspiraciones proeuropeas y la influencia rusa. El sector está marcado por la alineación política, la propiedad oligárquica y las dificultades para fomentar el periodismo independiente. Factores externos, como el camino de Moldavia hacia la integración en la UE, y cuestiones internas, como la alfabetización mediática, desempeñan papeles decisivos en su desarrollo. A pesar de que Internet se ha convertido en la principal fuente de información del país, la televisión sigue siendo la principal fuente de noticias en Moldavia, lo que es especialmente importante si se tiene en cuenta que todos los canales de televisión moldavos importantes tienen su propio portal web. Según Media Ownership Monitor Moldova, en el primer semestre de 2024, Cinema 1 fue el canal de televisión más visto del país, seguido de PRO TV y Jurnal TV. Esto demuestra que, incluso a pesar de los intentos de bloquearla, la influencia rusa a través de los medios de comunicación sigue siendo bastante frecuente en Moldavia.
Cinema 1 es un canal de televisión agregador que se utilizó para emitir contenidos rusos elaborados por servicios de radiodifusión rusos extranjeros después de que las autoridades de Chișinău suspendieran o retiraran las licencias de varias cadenas de televisión que retransmitían programas producidos en Rusia. TRM, la emisora estatal, se posiciona como una entidad neutral, pero ha sido criticada por percibir sesgos hacia el gobierno en el poder. Se han iniciado esfuerzos para modernizar la infraestructura y la programación de TRM, con el objetivo de cumplir las normas europeas de radiodifusión. Conocida por su postura proeuropea y su periodismo de investigación, Jurnal TV se ha ganado la reputación de denunciar la corrupción. Es una fuente popular entre el público urbano crítico con la influencia oligárquica. Posicionado como un medio neutral e independiente, TV8 se centra en el periodismo de investigación y el análisis político. Recibe financiación de organizaciones internacionales para mantener su independencia editorial. ProTV Chisinau, que forma parte de la red rumana ProTV, se centra en el entretenimiento, la programación cultural y las noticias. Sus contenidos atraen a un público más joven y promueven una narrativa proeuropea. Anteriormente vinculada al oligarca Vladimir Plahotniuc, Publika TV se inclina por la narrativa prorrusa y los contenidos sensacionalistas. Se ha cuestionado su credibilidad debido a sus afiliaciones políticas. Su licencia de televisión fue suspendida en 2023 y actualmente sólo emite a través de Internet.
Ziarul de Gardă, uno de los principales medios de investigación periodística de Moldavia, se centra en la denuncia de la corrupción y los derechos humanos. Es muy respetado en la comunidad internacional, pero se enfrenta a problemas financieros. NewsMaker.md, independiente y multilingüe, cubre en profundidad la política, la economía y los asuntos sociales de Moldavia. Se ha forjado una reputación de información equilibrada. Conocido por su postura proeuropea, Deschide.md ofrece noticias y análisis sobre política moldava y relaciones internacionales. Es una fuente fiable de información actualizada.
Vinculada al oligarca exiliado Ilan Shor, TV6 fue despojada de su licencia de emisión por acusaciones de difundir propaganda rusa. Sus contenidos también han migrado a plataformas en línea. Otro canal asociado al imperio mediático de Shor, Orizont TV, se centraba en noticias locales y regionales, pero fue suspendido en 2023 por difundir desinformación.
Sputnik Moldova, medio de comunicación pro-Kremlin dirigido al público de habla rusa, es criticado por promover la propaganda y la desinformación alineadas con los intereses geopolíticos rusos. Una edición moldava del tabloide ruso Komsomolskaya Pravda promueve las narrativas del Kremlin y se dirige al público rusohablante de Moldavia.
El panorama de los medios de comunicación varía considerablemente entre las zonas urbanas y rurales. El público urbano tiene acceso a diversas fuentes, mientras que las regiones rurales suelen depender de los medios prorrusos. Las redes sociales se han convertido en una fuerza dominante, sobre todo entre la población más joven. Sin embargo, también han sido un canal para campañas de desinformación, especialmente dirigidas a temas como la integración en la UE y los derechos de las minorías, por ejemplo, a través de una red de canales de Telegram en ruso.
Transnistria y Gagaúzia, la variable más importante para la política moldava
La situación de Transnistria es más o menos conocida por el gran público. Tras la fase activa del conflicto armado que duró de 1990 a 1992, un contingente militar ruso permaneció en el país, por lo que el conflicto en sí se sigue considerando “congelado”. La invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia ha revitalizado el debate sobre Transnistria, ya que el ejército ruso estacionado allí supone un riesgo para la seguridad tanto de Ucrania como de la propia Moldavia. Transnistria y sus “autoridades” no reconocidas internacionalmente se oponen a la ligera al curso de integración europea de Moldavia y están sincronizando gradualmente su legislación con la rusa. Por ejemplo, desde 2017, la bandera rusa se ha convertido en la segunda bandera oficial que se utiliza en Transnistria. Recientemente, las “autoridades” del Transdniéster pidieron ayuda a Rusia para resolver el problema del “bloqueo económico y de transporte de Moldavia”, apelando a la OSCE en busca de “nuevos métodos de resolución de conflictos”.

Apoyada en gran medida por la Federación Rusa, Transdniéster funciona como un Estado de facto. La gobernanza de la región se ha caracterizado por un régimen híbrido que combina elementos de autoritarismo con cierto grado de pluralismo, especialmente evidente durante las elecciones presidenciales de 2011, en las que fue destituido el antiguo dirigente Igor Smirnov, lo que indica un cambio en la dinámica política. Descrita a menudo como un “enclave” ruso, Transdniéster se asemeja a Rusia y depende de ella. Los funcionarios de Transnistria abogan con frecuencia por su anexión a Rusia, aunque ésta no la reconoce oficialmente. Un referéndum celebrado en 2006 indicó un fuerte apoyo (98%) a la adhesión a la Federación Rusa, a pesar de las diversas formas que utiliza Rusia para distorsionar el concepto de “referéndum”. Los titulares de pasaportes rusos en Transnistria pueden votar en las elecciones rusas en los colegios electorales locales, y la región aún mantiene 1.500 soldados rusos en su territorio como personal de “mantenimiento de la paz”. La existencia económica de Transnistria como “Estado fallido exitoso” depende en gran medida del apoyo ruso a través de ayuda financiera, subvenciones y gas natural gratuito, aunque está cambiando lentamente. Culturalmente, más del 95% de los transnistrios ven su región como parte del russkiy mir, que es el término ideológico para la esfera de influencia rusa. Sin embargo, Transdniéster promueve una identidad cívica que trasciende las divisiones étnicas arraigadas en el internacionalismo soviético.
En un principio se especuló con que Transnistria desempeñaría un papel militar en la guerra rusa contra Ucrania. Sin embargo, esta idea resultó inverosímil debido al aislamiento logístico de Rusia, la limitada capacidad militar y la falta de apoyo a los discursos favorables a la guerra dentro de la región. Tras la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia, los llamados “funcionarios” de Transnistria, como el presidente de Transnistria, Krasnoselsky, se refirieron a la agresión rusa no como una “operación militar especial”, como en los medios rusos, sino como una guerra. Desde entonces, Transnistria ha mantenido una postura neutral respecto a la guerra, lo que ha desconcertado a los investigadores. La decisión parece estar relacionada con las amplias conexiones con Ucrania y la minoría ucraniana. Aproximadamente 100.000 residentes poseen la ciudadanía ucraniana, lo que atempera el sentimiento antiucraniano. También podría estar relacionado con la ligera decepción por la falta de acción de Rusia y el papel de Transdniéster en el Acuerdo de Libre Comercio de Moldavia con la UE. Sin embargo, la situación ha cambiado debido a la reciente decisión de Ucrania de interrumpir el tránsito de gas ruso hacia Europa, lo que provocó apagones en la región. Ahora, las “autoridades” de Transdniéster culpan a Ucrania de provocar el colapso energético, y esa retórica se ve amplificada por la propaganda rusa presente en los canales locales de Telegram.
En comparación con Transnistria, la situación de Gagaúzia es bastante diferente. Bajo el régimen soviético, Gagaúzia pasó de ser una región relativamente pobre a una bien desarrollada económica y culturalmente. Esto provocó un aumento del nacionalismo gagaúz en la década de 1980. En aquella época, los líderes gagaúzos expresaron su deseo de autodeterminación política, motivados por el temor a la extinción cultural, dada la ausencia de un protector político para los gagaúzos en otros lugares. En 1990 celebraron un referéndum para establecer una república soviética independiente y funcionaron de forma semiindependiente durante varios años.
Tras el conflicto de Transnistria, la preocupación por una posible secesión de Gagaúzia dio lugar a negociaciones complejas y a menudo polémicas entre el gobierno moldavo de Chișinău y las autoridades gagaúzas de Comrat sobre la consecución de la autonomía. La autonomía de Gagaúzia se formalizó mediante una ley de diciembre de 1994 que creaba la Unidad Territorial Autónoma de Gagaúzia, conocida como Gagaúz Yeri. Esta ley concedía a Gagaúzia el derecho a la autodeterminación en caso de que Moldavia perdiera su soberanía, reflejando en gran medida la preocupación de los gagaúzos por una posible unificación moldava con Rumania. La ley también reconocía el moldavo, el gagaúz y el ruso como lenguas oficiales de la región y establecía las estructuras políticas de Gagaúzia: la Asamblea Popular como órgano legislativo y el bashkan (gobernador) como jefe ejecutivo. Las fronteras regionales se determinaron sobre la base de la demografía étnica y los referendos celebrados en 1995. Casi una década después, los principios de la autonomía de Gagaúzia se integraron en la Constitución moldava mediante enmiendas al Artículo 111.

El sistema político de Gagaúzia se caracteriza por un cierto grado de autogobierno, aunque sigue estando entrelazado con el panorama político nacional de Moldavia. La relación entre las élites regionales de Gagaúzia y el gobierno central ha sido históricamente tensa, con tensiones constantes en torno a la autonomía y la representación. El pueblo gagaúz, predominantemente turcoparlante, ha intentado afirmar su identidad y sus reivindicaciones políticas, a menudo en respuesta a la marginación percibida por el Estado moldavo. La dinámica política de la región se complica aún más por factores externos, en particular la influencia de la política rusa, que históricamente ha apoyado la autonomía gagaúz como contrapeso al nacionalismo moldavo. La simpatía por Rusia es creciente y evidente con los resultados de las últimas elecciones. En particular, si hablamos del caso de Evgenia Gutsul, actual baskan de Gagaúzia, ésta ha realizado un viaje al Festival Mundial de la Juventud en Rusia, ha mantenido un encuentro personal con Putin y ha firmado acuerdos de cooperación con varios gobiernos locales rusos, entre ellos el de la región de Krasnodar. Al igual que las “autoridades” de Transnistria, Gutsul también pidió ayuda a Moscú en la cuestión del “bloqueo”. Ambas regiones califican de “bloqueo” la reciente aplicación de una nueva versión del Código Aduanero de Moldavia, según la cual tanto Transnistria como Gagaúzia deben reembolsar a los empresarios los impuestos que les corresponden. La Bashkan de Gagaúzia respondió a esto con un sello de propaganda rusa: dijo que se trataba de una “violación de los derechos de los gagaúzos”.
Gutsul es una persona de la reserva de Shor. Ni Maia Sandu ni los diplomáticos occidentales están en contacto con ella. Los funcionarios del equipo de Gutsul pueden encontrarse en las listas de sanciones de la UE, y la propia Gutsul está sometida a sanciones estadounidenses. La propaganda rusa está alimentando este conflicto a través de canales anónimos de Telegram, difundiendo mensajes dentro de varios mensajes localizados en el contexto moldavo y a veces en línea con la propaganda rusa en otras partes del mundo.
Elecciones y referéndum de 2024 como catalizadores de la división moldava

Las elecciones presidenciales de 2024 y el referéndum de la UE en Moldavia revisten gran importancia, sobre todo en el contexto de sus relaciones con Transnistria y Gagaúzia. Las elecciones se consideran una votación sobre el alineamiento geopolítico de Moldavia. Transnistria y Gagaúzia, con sus posturas predominantemente prorrusas, podrían reaccionar exigiendo una mayor autonomía o incluso buscando la secesión con el apoyo de Rusia si la trayectoria del país se desplaza hacia el oeste. Los resultados de la votación revelaron importantes sentimientos regionales y divisiones políticas.
El 20 de octubre de 2024, Moldavia celebró un referéndum para modificar su Constitución e incluir el compromiso de adhesión a la UE. Los resultados fueron muy ajustados: 749.719 personas votaron a favor (50,35%) y 739.155 en contra (49,65%). Este estrecho margen indica profundas divisiones en el electorado. En particular, regiones como Gagaúzia y Transnistria contribuyeron a la oposición contra la integración en la UE debido a sus inclinaciones prorrusas.
En la segunda vuelta presidencial, celebrada el 3 de noviembre de 2024, la actual presidenta Maia Sandu se aseguró su segundo mandato con aproximadamente el 55% de los votos frente al aspirante Alexandr Stoianoglo, que obtuvo alrededor del 45%. Sin embargo, los resultados variaron mucho según la región. Sandu recibió menos del 3% de los votos en Gagaúzia, lo que demuestra el fuerte sentimiento prorruso de esta región autónoma. En Transnistria, Sandu obtuvo en torno al 20% de los votos, lo que refleja un nivel de apoyo igualmente bajo entre una población mayoritariamente favorable al alineamiento ruso.
El referéndum sobre la UE, celebrado paralelamente a las elecciones, era crucial para unificar o polarizar aún más a Moldavia. La decisión de ingresar en la UE se enfrenta a la firme oposición de Transnistria y Gagaúzia, que abogan por estrechar los lazos con Rusia. Las elecciones y los resultados del referéndum pueden impulsar a Transnistria a presionar para obtener el reconocimiento internacional o incluso a intensificar las tensiones en colaboración con Moscú, pero se enfrenta a más retos relacionados con su política energética debido a los recientes acontecimientos.
Los resultados tanto de las elecciones presidenciales como del referéndum de adhesión a la UE subrayan las tensiones geopolíticas dentro de Moldavia, especialmente en Gagaúzia y Transnistria. Los fuertes sentimientos prorrusos en estas regiones suponen un reto para la agenda proeuropea de Sandu y reflejan una dinámica regional más amplia influida por actores externos como Rusia.
¿Crisis de identidad?
La lucha por definir una identidad moldava cohesionada es una cuestión compleja profundamente arraigada en los contextos histórico, político y social del país. Tras el colapso de la Unión Soviética en 1991, Moldavia ha tenido que lidiar con narrativas nacionales opuestas, distinciones lingüísticas e influencias externas que han dado forma a su crisis de identidad contemporánea.
La historia de dominación extranjera de Moldavia, incluidos los periodos bajo el Imperio Otomano y la Unión Soviética, ha dado lugar a una población diversa con distintas afiliaciones culturales. Este trasfondo ecléctico ha fomentado una dualidad en la identidad nacional, en la que muchos moldavos se identifican como rumanos o como parte de una etnia moldava distinta. La Declaración de Independencia de 1991 hizo hincapié inicialmente en la conexión con la herencia rumana, pero los acontecimientos políticos posteriores han complicado esta narrativa.
El panorama político refleja esta lucha de identidades. Hay moldavos de habla rumana que suelen apoyar a políticos prorrusos y moldavos de habla rusa que se inclinan por partidos proeuropeos. Esta división no es meramente lingüística, sino también ideológica, ya que influye en las lealtades políticas y en el sentimiento público respecto al futuro de Moldavia. Muchos de los moldavos más jóvenes y de la población urbana abogan por la integración en la UE, considerándola una vía hacia la modernización y la estabilidad económica. Por el contrario, las generaciones de más edad prefieren estrechar lazos con Rusia, a menudo debido a lazos culturales y dependencias económicas.
El debate sobre el unionismo—la idea de unir Moldavia con Rumania—es un aspecto significativo de la lucha por la identidad. Sus defensores sostienen que una unión de este tipo mejoraría las oportunidades económicas y reforzaría los lazos culturales. Sin embargo, los opositores temen que socavaría la soberanía de Moldavia y alienaría a las poblaciones rusoparlantes. Este debate se intensifica durante los ciclos electorales, influyendo en las plataformas de los partidos y en la movilización de los votantes.
Moldavia es el hogar de varios grupos étnicos, como ucranianos, rusos y búlgaros. Esta diversidad añade capas al discurso sobre la identidad nacional, ya que los distintos grupos defienden sus intereses y su reconocimiento dentro del Estado moldavo en general.
La cuestión de la lengua complica aún más la formación de la identidad. La designación de la lengua como “moldava” frente a “rumana” ha sido políticamente polémica y es una herramienta del poder blando ruso en el país.
El panorama mediático desempeña un papel crucial en la formación de la percepción pública de la identidad nacional. Los medios de comunicación prorrusos suelen promover discursos que subrayan la separación de Moldavia de Rumanía y abogan por estrechar los lazos con Rusia. Por el contrario, los medios proeuropeos se centran en la integración con Occidente y destacan los beneficios de la pertenencia a la UE. Esta polarización contribuye a la actual crisis de identidad al reforzar las divisiones existentes en la sociedad.
Todas estas tendencias tendrán sin duda un impacto en las elecciones parlamentarias de este año, por lo que es importante comprenderlas. En este momento, Moldavia parece un perfecto caso de estudio o incluso un “paciente cero” en términos de ver cómo las influencias tanto rusas como occidentales se baten en tiempo real. Esto puede ser una buena lección aprendida no sólo para Ucrania, especialmente en el contexto del apoyo europeo a Ucrania que se encuentra actualmente en un estado tan turbulento, sino también para los responsables políticos occidentales y otras partes interesadas relevantes en lo que respecta a lo que está funcionando bien en el contexto postsoviético y lo que realmente podría mejorarse. Sin embargo, lo más triste de todo este proceso es que Moldavia, un país que necesita urgentemente recuperarse de todos sus problemas del pasado, no puede tomarse un respiro porque está siendo desgarrado por Rusia, lo que hace que los moldavos tengan menos esperanzas en su futuro.
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