Punto de Estrangulamiento del Poder: El Canal de Panamá en la Rivalidad entre Estados Unidos y China

Por Matvii Pidlisnyi

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Puntos Сlave

  • Las tensiones en torno al Canal de Panamá se intensifican a medida que Estados Unidos y China escalan su competencia por el control de infraestructuras globales críticas, situando a Panamá en el centro de una creciente confrontación geoestratégica.
  • El regreso de la administración Trump a principios de 2025 marcó un cambio en la política de Estados Unidos, con Washington presionando a Panamá para que rompiera sus lazos con la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés) de China, una demanda que Panamá cumplió, convirtiéndose en el primer país de América Latina en salir del esquema.
  • Paralelamente, un consorcio liderado por Estados Unidos y encabezado por BlackRock adquirió el 80 % de las acciones de Hutchison Port Holdings, que operaba puertos clave del canal bajo gestión china. El acuerdo, valorado en 22.800 millones de dólares, se considera un paso histórico para restaurar la influencia estadounidense sobre los centros logísticos marítimos.
  • China, sin embargo, continúa impulsando una estrategia regional a largo plazo que combina inversión en infraestructura (por ejemplo, la Terminal de Cruceros de Amador y planes para un puerto de GNL), poder blando (Instituto Confucio) y diplomacia de alto nivel, subrayando su intención de mantener acceso estratégico en América Latina.
  • A pesar de estos esfuerzos, las inversiones chinas en Panamá están perdiendo impulso en medio de una creciente resistencia local y la contrapresión de Estados Unidos, como lo ilustran el colapso de proyectos portuarios y la devaluación de las acciones de CK Hutchison tras el acuerdo con BlackRock.
  • Panamá enfrenta ahora un dilema estratégico entre las garantías de seguridad ofrecidas por Estados Unidos y el compromiso financiero de China. La profundización de la cooperación militar entre Estados Unidos y Panamá, junto con el reajuste regional de China, señala una competencia mayor por el control de puntos estratégicos en un orden mundial cada vez más fragmentado.

El Canal de Panamá sigue siendo hoy un punto de estrangulamiento geoestratégico vital, en el centro de una creciente rivalidad entre Estados Unidos y China. Su importancia va más allá del ámbito económico y estratégico, abarcando también dimensiones de seguridad y geopolítica, lo que lo convierte en un punto focal de atención para ambos países. El Canal es un componente crítico de la infraestructura global, facilitando el tránsito de más del 5–6 % del comercio marítimo mundial.

El valor estratégico del Canal en el comercio global aumentó significativamente en 2016, cuando su ampliación permitió el paso de buques de mayor tamaño, específicamente los barcos Neopanamax. Al conectar los océanos Atlántico y Pacífico, el Canal sigue siendo esencial para las rutas comerciales globales, especialmente en el transporte de materiales industriales y materias primas. Aunque el control del Canal de Panamá fue transferido oficialmente a Panamá en 1999 bajo los Tratados Torrijos-Carter, Estados Unidos sigue siendo su principal usuario. Más del 40 % del tráfico de contenedores de EE. UU. pasa anualmente por el Canal, y aproximadamente el 70 % de las mercancías transportadas a través de él tienen como origen o destino puertos estadounidenses.

Escalada de Tensiones Geopolíticas en Torno al Canal de Panamá

El regreso de la administración Trump al poder en Estados Unidos ha tenido un impacto visible en la trayectoria de la política exterior de Panamá. A principios de enero de 2025, el presidente Trump declaró que China “controla” el Canal de Panamá y que Estados Unidos debe “recuperarlo”. Esta retórica refleja una creciente fricción estratégica en la región.

En los últimos años, China ha intensificado sus esfuerzos para consolidar su presencia en América Latina, particularmente a través de su Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI), que incluye inversiones sustanciales en toda la región. El enfoque asertivo de Pekín ha generado preocupación sobre la expansión china en América Latina y sus posibles consecuencias estratégicas a largo plazo. En respuesta, Estados Unidos ha intensificado su compromiso diplomático para reforzar su posición en Panamá y contrarrestar la influencia china. En 2025, el recién nombrado embajador de EE. UU. en Panamá, Kevin Cabrera, expuso las prioridades de la administración en la región: profundizar los lazos con Panamá y hacer frente a la influencia maligna de China. Esta declaración marcó una escalada explícita de la rivalidad entre Estados Unidos y China en el país.

Las tensiones aumentaron aún más tras las contundentes declaraciones del secretario de Defensa de EE. UU., Pete Hegseth, quien advirtió sobre la amenaza china al Canal de Panamá, haciendo referencia a los puertos de Balboa y Cristóbal, ubicados en ambos extremos del canal y gestionados por un consorcio con sede en Hong Kong. Estas declaraciones fueron recibidas con duras críticas por parte del gobierno chino.

Tras las declaraciones de Trump y la visita a Panamá del secretario de Estado Marco Rubio, quien instó a las autoridades panameñas a reevaluar sus lazos con China, Panamá anunció poco después su decisión de no renovar el memorando de entendimiento relacionado con la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI) de China. Esta medida fue ampliamente interpretada como una respuesta a la creciente presión geopolítica por parte de Washington y refleja un cambio estratégico en la alineación de la política exterior panameña. La decisión de Panamá de salir de la BRI pone de manifiesto la limitada autonomía del país en regiones geoestratégicamente disputadas en medio de la competencia entre grandes potencias.

El administrador del Canal de Panamá da la bienvenida al secretario de Estado de EE. UU., Marco Rubio, el 2 de febrero de 2025. Autoridad del Canal de Panamá

Como parte del esfuerzo de Estados Unidos por reafirmar su influencia sobre el Canal de Panamá, en marzo de 2025, la firma estadounidense de inversión BlackRock, en asociación con un consorcio de otros inversionistas, anunció la adquisición del 80 % de las acciones de Hutchison Port Holdings, una empresa con sede en Hong Kong que opera los puertos de Balboa y Cristóbal. El acuerdo, valorado en 22.800 millones de dólares, fue celebrado por Trump como un “acuerdo histórico que otorga al consorcio estadounidense el control de las llaves del Canal de Panamá y lo retira de manos chinas.” La adquisición representa una importante palanca económica de la influencia geopolítica de EE. UU., dirigida a desplazar a China de este centro logístico clave, y ejemplifica el uso de instrumentos financieros como parte de una estrategia más amplia de dominación regional.

El giro en la política exterior de Panamá tras el regreso de Trump al poder ejemplifica el uso por parte de Estados Unidos de palancas económicas para recuperar su influencia en la región. Panamá, el primer país de América Latina en unirse a la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI), también se convirtió en el primero en abandonarla oficialmente, un acto que señala una reevaluación de sus prioridades estratégicas. Esta maniobra también podría reflejar una respuesta al debilitamiento del impulso de la BRI, marcado por una reducción de los proyectos en la región y un descenso en los compromisos financieros por parte de China.

Sin embargo, la postura asertiva de Washington en la región ha generado reacciones mixtas. Durante una visita a China en mayo de 2025, el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, reafirmó el compromiso de su país de profundizar los lazos económicos con Pekín. Colombia, a pesar de su alineación histórica con Washington, también ha optado por estrechar sus vínculos con China al unirse a la BRI. Las acciones de EE. UU. son cada vez más percibidas como un resurgimiento de la diplomacia del “gran garrote”, lo que ha llevado a muchos países de América Latina a reforzar su relación con Pekín.

La Estrategia de China en Panamá

China ha expandido metódicamente su presencia en Panamá desde el lanzamiento de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI) en 2017. Esta expansión se caracteriza por inversiones sustanciales, grandes proyectos de infraestructura y esfuerzos diplomáticos estratégicos. En 2023, las inversiones chinas en Panamá alcanzaron los 1.400 millones de dólares, lo que representa un aumento cuadruplicado en comparación con el inicio de la BRI, mientras que las inversiones estadounidenses, aunque históricamente mayores, disminuyeron durante el mismo período.

Los puertos panameños de Hutchison impulsaron el acuerdo de BlackRock. Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales, Open Street Map/Bloomberg

Si bien Estados Unidos sigue siendo el principal inversionista en Panamá y el usuario dominante del Canal de Panamá, la influencia de Pekín en el desarrollo de infraestructura en el país se ha vuelto cada vez más significativa. Existen indicios de que las inversiones chinas en infraestructura tienen como objetivo cubrir vacíos estratégicos dejados por Estados Unidos en la región. Un proyecto emblemático que ejemplifica este enfoque es la Terminal de Cruceros de Amador, construida por China Harbour Engineering Co. Ltd. en la isla Perico, cerca de la entrada del Canal de Panamá en el Pacífico, que fue inaugurada oficialmente en marzo de 2024.

Las iniciativas de infraestructura propuestas por China en la región del Canal de Panamá incluyen la construcción de un puerto de contenedores en el área de Colón con capacidad para manejar gas natural licuado, el desarrollo de una línea ferroviaria de 400 kilómetros que conecte la Ciudad de Panamá con la provincia de Chiriquí, y una línea de tren de alta velocidad de 250 millas que una la Ciudad de Panamá con la frontera occidental con Costa Rica.

A pesar de enfrentar oposición local y presión geopolítica por parte de Estados Unidos, China ha logrado avances significativos en la implementación de estos proyectos. Hasta 2024, según datos del Banco de Desarrollo de China, China ha otorgado aproximadamente 160.000 millones de dólares en apoyo financiero para más de 250 proyectos en 21 países de América Latina, contribuyendo sustancialmente a su desarrollo económico y social. Esta cooperación pragmática abarca sectores como la energía, la minería, la manufactura, la generación de electricidad y las telecomunicaciones.

Un hito diplomático crucial se produjo en 2017, cuando Panamá rompió formalmente relaciones diplomáticas con Taiwán — una isla autónoma reclamada por China — y fortaleció sus lazos con Pekín. Desde entonces, China ha fomentado activamente el compromiso diplomático con Panamá mediante la organización de foros y cumbres con líderes de América Latina y el Caribe, con el objetivo de impulsar la cooperación y avanzar en la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI). Entre las principales iniciativas destacan el Foro China-CELAC y la creación del Fondo de Cooperación China-América Latina y el Caribe.

Además, China ha incrementado su presencia de poder blando mediante el establecimiento de un Instituto Confucio en Panamá para promover el idioma y la cultura chinos, junto con gestos humanitarios como la donación de suministros médicos durante la pandemia de COVID-19. Estas iniciativas sociales y humanitarias han sido fundamentales en la estrategia de China para consolidar su influencia diplomática en la región.

Así, en un contexto de creciente rivalidad geopolítica y ante la firme voluntad de Washington de desplazar a China del escenario latinoamericano, Pekín ha desplegado una estrategia sistemática para afianzar su presencia en Panamá, aprovechando instrumentos financieros, ambiciosos proyectos de infraestructura y herramientas diplomáticas de influencia. Esta estrategia se ha basado en ocupar los vacíos institucionales que Estados Unidos ha dejado sin cubrir. La presencia china, expresada mediante iniciativas humanitarias y un compromiso económico constante, ha convertido a Pekín en un actor visible y con peso dentro del entorno estratégico del Canal de Panamá. Como resultado, Washington se ha visto obligado a replantear a fondo su política ante el avance sostenido de China en este enclave marítimo clave.

Panamá Bajo la Presión de Estados Unidos: Un Cambio de Rumbo Político

La creciente influencia de China en la región panameña ha provocado una intensificación de la presión estadounidense con el objetivo de alejar al país de Pekín. Tras la salida del expresidente panameño Juan Carlos Varela, su sucesor, Laurentino Cortizo, detuvo el proyecto ferroviario propuesto. Las negociaciones comerciales llegaron a un punto muerto. En 2021, el gobierno panameño revocó los derechos de Landbridge sobre el proyecto del puerto de contenedores, luego de que una auditoría revelara que la empresa había incumplido los términos del contrato al invertir menos de lo acordado y contratar a menos trabajadores locales de lo prometido. Estos acontecimientos, como era de esperar, generaron dudas sobre la fiabilidad y eficacia de las inversiones chinas.

Las consideraciones económicas y la decepción con los proyectos chinos llevaron a la terminación de la asociación clave entre Panamá y la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI), lo que provocó fuertes críticas por parte de funcionarios chinos. Un portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de China describió esta decisión como una táctica coercitiva de Estados Unidos, diseñada para desacreditar y socavar la cooperación en el marco de la BRI. El funcionario subrayó que Panamá debería considerar el alcance más amplio de las relaciones entre China y Panamá y resistir la interferencia externa.

Un punto decisivo en la reorientación estratégica de Panamá fue, sin embargo, el acuerdo con BlackRock, que otorgó al consorcio financiero estadounidense acceso a la infraestructura portuaria. Esta medida no solo redujo el margen de maniobra económica de China, sino que también provocó una reconsideración de la arquitectura de control sobre las cadenas de suministro en la región centroamericana.

Un buque de carga atraviesa las esclusas de Agua Clara del Canal de Panamá en septiembre de 2024. Matias Delacroix/AP

En consecuencia, la reducción de las iniciativas de infraestructura chinas y la suspensión de proyectos a gran escala privaron a Pekín de herramientas clave de influencia. Para Estados Unidos, representó una oportunidad oportuna para proponer una alternativa: una forma de cooperación más confiable y estratégicamente motivada, encarnada en el acuerdo con BlackRock. Este acuerdo no solo señaló un cambio en la orientación exterior de Panamá, sino que también marcó una nueva fase en la competencia por el dominio de una arteria logística vital.

Una dimensión aparte de las tensiones sino-estadounidenses involucra las declaraciones anteriores del presidente Trump sobre “recuperar” el control del Canal de Panamá para Estados Unidos y contrarrestar los intentos chinos de gestionar y explotar este eje marítimo. También se insinuó el posible uso de la fuerza militar para lograr ese objetivo, incluyendo el redespliegue de tropas estadounidenses en Panamá para asegurar el canal, considerado estratégicamente crucial. Esta retórica refleja una radicalización de la postura de la política exterior estadounidense en respuesta al creciente poder de China, y forma parte de una estrategia más amplia orientada a reafirmar la hegemonía estadounidense en regiones tradicionalmente consideradas dentro de su esfera de influencia.

El presidente panameño José Raúl Mulino rechazó las afirmaciones de Trump, subrayando la soberanía de Panamá sobre el canal. El gobierno panameño acudió a las Naciones Unidas, expresando su preocupación de que la retórica de Trump violaba los principios de la Carta de la ONU. Más allá del clima general de confrontación y polarización regional, Panamá enfrenta ahora un dilema de lealtad estratégica entre las dos potencias globales.

La respuesta de China a las acusaciones de Trump provino del ministro de Asuntos Exteriores, quien afirmó que China nunca ha participado en la gestión ni en la operación del canal, que respeta la soberanía de Panamá y reconoce al canal como una vía fluvial internacional permanentemente neutral. Funcionarios chinos calificaron las declaraciones de Trump como provocadoras, infundadas y reminiscencias de mentalidades propias de la Guerra Fría. En marzo de 2025, el medio estatal chino Ta Kung Pao publicó una serie de artículos contundentes en los que condenaba a CK Hutchison Holdings en medio de sus planes para vender activos portuarios panameños al consorcio liderado por BlackRock. La reproducción de estos artículos en los portales oficiales de la Oficina de Asuntos de Hong Kong y Macao de China subrayó el descontento de Pekín.

Las repercusiones de esta retórica se extendieron mucho más allá de meras reacciones políticas. En particular, la postura firme de Washington y las acciones posteriores de Panamá causaron pérdidas económicas significativas para China, reflejadas especialmente en la caída del valor bursátil de CK Hutchison, la empresa que gestiona instalaciones portuarias clave cerca del canal. El acuerdo de CK Hutchison Holdings para vender su participación mayoritaria en los activos portuarios de Panamá a un consorcio liderado por BlackRock desencadenó una respuesta sin precedentes en el mercado, con una caída del 6,7 % en un solo día en las acciones de la empresa con sede en Hong Kong — el descenso más pronunciado en cinco años. Esta fuerte venta masiva y el desplome bursátil pusieron de manifiesto el grado de implicación de la empresa en el creciente enfrentamiento geopolítico entre Estados Unidos y China. La venta de activos portuarios bajo una presión geopolítica creciente erosionó aún más la confianza en la viabilidad y estabilidad a largo plazo de las inversiones chinas en América Latina.

El acuerdo con BlackRock, concluido a raíz de las polémicas declaraciones de Trump, puede considerarse una repercusión directa de dicha retórica y un instrumento geoeconómico de la influencia estadounidense. Aunque CK Hutchison negó que existiera presión política como factor motivador, presentando la transacción como puramente comercial, el momento del acuerdo coincide con una intensificación de la presión por parte de Estados Unidos y sus esfuerzos por reducir la presencia china en una región estratégicamente vital. Por lo tanto, el acuerdo puede interpretarse no solo como una transacción financiera, sino como una declaración política: una señal de la reafirmación del control estadounidense sobre activos logísticos críticos cerca del Canal de Panamá.

Desde el punto de vista estratégico, Estados Unidos logró reinternalizar eficazmente infraestructuras que habían caído bajo la influencia china, aprovechando al sector privado como un vehículo para avanzar en su agenda geopolítica.

Luchas de Poder en Curso y el Dilema Estratégico de Panamá

En abril de 2025, Estados Unidos y Panamá firmaron un acuerdo de cooperación en materia de seguridad que otorga al personal militar estadounidense acceso a determinadas instalaciones panameñas. Esta medida desató una ola de protestas en todo el país, ya que numerosos panameños manifestaron su rechazo a una colaboración militar más estrecha mediante grandes movilizaciones en la capital.

Estas reacciones estuvieron motivadas en parte por un resentimiento histórico, especialmente por la memoria colectiva de la invasión estadounidense de 1989 que derrocó al régimen de Noriega, un hecho que dejó una huella duradera y alimentó una desconfianza persistente hacia la presencia militar de Estados Unidos. Los manifestantes expresaron su preocupación de que esta cooperación reforzada pudiera socavar la soberanía de Panamá, avivando temores de una interferencia extranjera indebida.

En un plano más amplio, el acuerdo puede interpretarse como un paso hacia la construcción de una nueva arquitectura de seguridad en Centroamérica. También envía un mensaje claro a Pekín, señalando la disposición de Washington a reforzar su presencia económica con una presencia militar-estratégica.

El embajador de EE. UU. en Panamá, Kevin Cabrera, ofrece una rueda de prensa en la Ciudad de Panamá, 8 de mayo de 2025. Foto de AP/Matias Delacroix

En consecuencia, el equilibrio regional de poder está cambiando de manera desfavorable para China: el cerco de Estados Unidos frente a la expansión de Pekín se está intensificando, y la asociación entre Panamá y EE. UU. podría sentar las bases para nuevas alianzas regionales.

Sin embargo, aún es prematuro declarar un resurgimiento completo de la influencia estadounidense en América Latina. Las acciones de Washington — en particular, su dependencia del sector privado y su énfasis en asociaciones de seguridad sin despliegue militar directo — apuntan a un enfoque gradual e híbrido. Aunque estas medidas carecen de un marco político formal, están claramente insertas en el contexto más amplio de la rivalidad estratégica entre EE. UU. y China. Podría decirse que se trata de una restauración diplomáticamente encubierta de la influencia estadounidense, estructurada en torno a la tríada de finanzas, política y defensa.

La retórica de Trump subraya una ambición persistente por reafirmar la dominación estadounidense en la región, un enfoque que llevó a China a instar a CK Hutchison a reconsiderar su posición respecto a la venta de su participación mayoritaria a inversores estadounidenses. A pesar del tono diplomático moderado de Pekín, la advertencia refleja una profunda inquietud y una clara falta de disposición a permitir que el equilibrio regional se desplace aún más lejos de los intereses chinos.

Conclusiones

Como se anticipaba, el Canal de Panamá, en tanto que punto estratégico marítimo crucial, asumirá una importancia geopolítica creciente y se convertirá en un foco de fricción entre Estados Unidos y China. La renovada afirmación de la “dominancia” estadounidense se puso en marcha con el acuerdo con BlackRock y el fortalecimiento de la cooperación político-militar entre Panamá y EE. UU. Sin embargo, es evidente que Washington no pretende actuar de manera abiertamente radical, sino que opta por estrategias flexibles que incluyen la infiltración económica a través de entidades privadas y una retórica política carente de doctrinas formales.

En consecuencia, China se verá obligada a reevaluar sus estrategias de inversión en América Latina, aunque es poco probable que detenga sus operaciones financieras. La caída en el valor de las acciones de CK Hutchison y las repercusiones políticas en torno al acuerdo con BlackRock — ampliamente percibido como una manifestación de la presión política estadounidense, aunque aceptado tácitamente — obligan a Pekín a reconocer las limitaciones de su influencia en la región. Para China, esto subraya la necesidad de reforzar su presencia mediante iniciativas económicas, humanitarias, educativas y culturales.

Esta situación crea un dilema estratégico de lealtad a largo plazo para Panamá. Atrapado entre la creciente presión de ambas potencias, el país buscará equilibrar la neutralidad política con la dependencia económica. La asociación con Estados Unidos ofrece una vía hacia inversiones a gran escala, proyectos y garantías de seguridad. Mientras tanto, los lazos con China representan un salvavidas financiero confiable, que sigue siendo uno de los más importantes de la región.

Así, la rivalidad entre Washington y Pekín en Panamá se perfila como una contienda prolongada por el control normativo y la presencia institucional. Esta dinámica configura una nueva realidad geoestratégica, en la que el dominio sobre un centro logístico crucial no solo representa prestigio económico, sino también una ventaja estratégica en el equilibrio global de poder.


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